domingo, 20 de octubre de 2013

Las tias buenas

Yo lo he intentado. Pero mucho. En serio.
He tratado de comer sano, de hacer deporte, de querer para toda la vida, de reproducirme, de aprender a cocinar, de hablar más bajo, de querer sexo sólo cuando hay alguien conocido en mi cama, de vestirme de colores suaves, de juntar las piernas, de gritar menos, de llorar más, de beber menos, de dormir más, de comer menos, de sonreír más... Pero no me ha salido.
Juro que he tratado con todas mis fuerzas de ser buena. Estar buena. Parecer buena. Pero no he podido.
Porque, a veces, las cosas que no deberían, me gustan, me apetecen, me las como, me las quedo, me las bebo, me las compro, me las guardo, me las follo...
Porque a veces, las cosas que me deberían gustar me deprimen, me aburren, me ponen triste, me dan asco.
Y he dedicado mucho tiempo, mucha energía, mucho dinero, mucha esperanza, a ser una mujer “como dios -o el patriarcado- manda”. Con curvas proporcionadas, compañías sexuales que se cuenten con los dedos de la mano, ropa de entretiempo, revistas de decoración, voz dulce, maquillaje discreto, regímenes saludables y aficiones que impliquen una aguja (no hipodérmica, claro).
Y ya me he cansado de que no me salga. No me sale parecerme a las de los anuncios de café instantáneo, a la que mis tías esperaban encontrar en las comidas familiares, a la que el tipo del banco quisiera dar una hipoteca, a la que la casera decente quisiera alquilar el piso, a la que los tíos encorbatados quieren llevar a cenar, a la que las dependientas quieren vender bragas blancas, a la que la policía quiere defender y no reprimir, la que cabe en las tallas que ponen en el escaparate.
Las malas, las inoportunas, las descaradas, las desubicadas, las desagradables, esas me salen mejor.
Y así, consigo menos cosas, pero son cosas que me gustan. Las que consiguen las tías buenas, con sus sonrisas oportunas, sus curvas adecuadas, sus posturas apropiadas... esas, me deprimen, me aburren, me ponen triste, me dan asco.
O envidia, vete tú a saber...


Faktoría Lila

miércoles, 16 de octubre de 2013

domingo, 13 de octubre de 2013

¿Escándalo?

(Artículo publicado en diario “Información” el 13 de octubre de 2013)

Son poco más de las once de la mañana del miércoles y suena el teléfono de mi casa. Nada más descolgar oigo: “Nena, eso que han hecho esas chicas en el Congreso de desnudarse a mí no me parece bien. Es un escándalo”. Es mi madre, que ha visto la protesta de las tres activistas de Femen en el Congreso de los Diputados y se ha alterado.  Mi madre es una mujer católica, creyente y practicante, pero que no entiende ni comparte las posiciones de la jerarquía eclesiástica en muchas cuestiones. Y una de esas cuestiones es el aborto. Considera que es una decisión tan íntima de cada mujer que le resulta incomprensible que nadie pueda decidir en su lugar. Entiende que las mujeres no pueden tolerar esas intromisiones y apoya, en ese sentido, las posturas que se oponen a la contrarreforma de la ley vigente que abandera el Ministro de (In)Justicia. Pero  las formas le han molestado.  Eso, generacionalmente, y viniendo de una persona tradicional como mi madre, lo puedo entender, aunque no lo comparto. 
Pero nuestra conversación giró poco en torno a la forma de la protesta, y fuimos directas al tema de fondo, no sólo respecto de esa amenaza de recorte absolutamente ideológico, sino también de todas las reformas que se están imponiendo desde este (des)Gobierno  y su rodillo parlamentario. Y en eso sí coincidimos plenamente mi madre y yo:  lo verdaderamente escandaloso es la situación en que este (des)Gobierno está dejando a la población en general y a las mujeres, en particular.

Escándalo es que el terrorismo machista haya asesinado a más de cuarenta mujeres y que ni los poderes públicos  ni la sociedad en general se escandalicen por ello. Escándalo es que el Código Penal que quieren aprobar permita que la violencia machista no se llame por su nombre, invisibilizando más esta epidemia. Escándalo es que los recortes en sanidad lleguen al punto de aplazar las pruebas de detección precoz del cáncer de mama e imponer el copago en los tratamientos por enfermedades graves como el cáncer o la hepatitis. Escándalo es  que se hayan cargado la poquísima ayuda a la dependencia y que sean las mujeres las que sigan apechugando. Escándalo es que pretendan financiar a colegios que segregan por sexos. Escándalo es que haya que estudiar religión pero no los valores para una convivencia pacífica y respetuosa de la dignidad humana. Escándalo es que recorten pensiones y salarios sobre los ya más bajos que cobran las mujeres. Escándalo es que haya madres que no pueden alimentar a sus criaturas, por más que se les llene la boca erigiéndose en protectores de la maternidad.  Eso sí, y más, sí son escándalos. No desviemos el foco

viernes, 12 de abril de 2013

MÁS ALLÁ DEL EXILIO Y EL EMPRENDIMIENTO



Hace un par de semanas, el gobierno presentaba varias medidas para incentivar el empleo joven. Son 100 medidas para el apoyo a la creación de empleo juvenil y el autoempleo, la llamada estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven.
El plan se centra sobre todo en ofrecer beneficios fiscales para el establecimiento de nuevos negocios y para la contratación de jóvenes. Incentivar los contratos de prácticas, de vinculación formativa, bonificaciones para empresas que contraten a jóvenes que sea su primer trabajo,  o contratos para jóvenes de riesgo de exclusión. El plan también fomenta ayudas para la financiación de nuevas empresas, como la posibilidad de que los menores de 30 años puedan compatibilizar la prestación por desempleo con el inicio de una actividad por cuenta propia durante un máximo de nueve meses, que los jóvenes menores de 30 años podrán capitalizar hasta el 100% de su prestación por desempleo en un único pago para emprender un negocio, o establecer una cuota mínima de 50 euros durante seis meses para las nuevas altas de jóvenes autónomos a la Seguridad Social. Los emprendedores de hasta 30 años beneficiarios de una prestación por desempleo que se den de alta en el régimen especial de trabajadores autónomos podrán continuar percibiendo su prestación durante un máximo de nueve meses.
Estas medidas deberían ser bienvenidas, dado que son las primeras medidas que adopta el gobierno, con una cuantía significativa para incentivar el empleo joven. Sin embargo, no son suficientes para enfrentar un problema tan grave como el del desempleo y en este caso el juvenil. Supone poner una tirita a un enfermo que se desangra.
La EPA publicada en enero confirma un 55% de paro juvenil, y en el otro lado de la balanza, un 45% de jóvenes que acumulan contratos basura, en un mercado laboral cada día más cerrado y con una legislación que favorece la temporalidad y el despido libre, y donde estas ”medidas estrella” no resuelven el problema. Al tiempo, los jóvenes asistimos a la completa desmantelación de los servicios públicos. Mientras se habla de fomentar la formación y la capacitación de los jóvenes, se aprueban leyes como la LOMCE, se establece el llamado “tasazo”  en las matrículas universitarias y se suprimen becas y ayudas. La formación profesional sigue teniendo una oferta muy rígida e insuficiente,  deja a muchos jóvenes fuera de la posibilidad de obtener la formación necesaria. Las condiciones , no sólo laborales, de los jóvenes son cada día más precarias y la única salida para muchas está en hacer las maletas y salir del país.
Estas medidas, no hacen más que insistir en un modelo de adelgazamiento del estado, donde se promueve la iniciativa privada y el autoempleo frente a un sistema  que garantice los  servicios públicos de calidad. Apostando todo a la iniciativa emprendedora que no es la fuente de generación de empleo más importante. Renunciar a que la creación de empleo sea un asunto público.  
Por otro lado, estas medias que se proponen desde el gobierno, y que tratan de fomentar el autoempleo,  si no tienen una mayor duración, no son muy útiles. Poner en marcha un negocio no son los 6 primeros meses, son unos primeros años de esfuerzo y duro trabajo. Que, por otro lado, en épocas de crisis o se acierta muy bien en un nicho del mercado donde aún haya posibilidades de compradores y de innovar, o la situación se puede complicar mucho más. Dada la caída de ingresos, la capacidad adquisitiva y de compra es difícil lograr que un negocio funcione. Se necesitan por tanto medidas mucho más profundas que gozar unos meses de ciertas bonificaciones.
En Castilla y León, donde resido, diversos colectivos juveniles pusimos en marcha hace unos años una iniciativa que se llamaba “Queremos poder quedarnos” hacía hincapié en el éxodo que están haciendo los jóvenes de esta comunidad hacia las grandes ciudades, y ahora hacia el extranjero. Esta situación responde a una política económica centrada prioritariamente en el sector del turismo olvidando otros sectores productores ligado a la industria agropecuaria, a la investigación y desarrollo o a la atención socio-sanitaria.
En la misma línea que la que ahora se promueve desde Juventud sin fututo, “No nos vamos, nos echan”. Tratan de hacer hincapié en que no puede ser motivo de orgullo para un Estado que se exporte jóvenes bien formados y preparados. Los jóvenes queremos contribuir no solo al mantenimiento sino a la construcción de una sociedad y a un tejido productivo, acordes a la formación que hemos recibido desde una educación pública. Una educación pública que apuesta por la inclusión social, como garantía de cohesión social, además de por la excelencia. Ningún estado puede permitirse que las generaciones mejor preparadas sean una generación perdida.

Tenemos las herramientas para poder luchar contra esta situación donde se nos obliga a elegir entre paro, precariedad o exilio. Podemos cambiar este mercado de trabajo en apariencia saturado y sin capacidad de maniobra. Debemos cambiar las prioridades  económicas frente a  la falsa disyuntiva de reducción del déficit o de incentivar la economía,  para colocarnos en la situación política de elegir entre satisfacer las exigencias de los mercados o atender las necesidades de los ciudadanos.  A medida que siga avanzado estas políticas dictadas desde Bruselas, meros parches para no ahondar en el problema de fondo que es la contracción total del gasto público, la creación de empleo será residual. El estado debe utilizar su herramienta más ponente que son los presupuestos generales para poner en marcha medidas en pro de los ciudadanos y no de los mercados.

domingo, 17 de marzo de 2013

Mujeres, trabajo, organización y sueños



Las consecuencias de la crisis económica, la destrucción de empleo y las medidas gubernamentales están empeorando los derechos laborales, sociales y de ciudadanía. Los trabajadores en su conjunto están empeorando su calidad de vida, con especial incidencia en las mujeres, que parten de situaciones más desfavorecidas.

Con la llegada del 8 de Marzo, día Internacional de la Mujer trabajadora, es el momento de hacer memoria y recordar los avances (o no) que en materia igualdad se han hecho. Este año, los datos, porcentajes y números no parecen muy alentadores. Sin embargo no debemos ocultar su impacto en nuestras vidas y en las condiciones de trabajo, en nuestras oportunidades, porque lo que evidencian es una vulneración de los derechos de las mujeres.
Las mujeres cobran de salario medio anual un 22% menos que los hombres, la tasa de riesgo de pobreza es mayor en el caso de las mujeres. Un  15,2% de las mujeres tiene unos ingresos menores o iguales al salario mínimo interprofesional.
La reforma laboral aprobada hace un año tampoco ayuda. La libre disposición de las horas extraordinarias por parte del empresario  dificulta la conciliación considerablemente. La promoción de los contratos a tiempo parcial, en su mayoría de ellos destinados a mujeres, como medida estrella para poder conciliar impiden una promoción de la mujer, así como perpetúan la situación de las mujeres infrapagadas e infravaloradas. Además,  en los contratos temporales, nuevamente, las diferencias entre los roles sociales de varones y mujeres nos vuelven a castigar, como lo muestra el alto porcentaje  de mujeres con este tipo de contratos.
Los recortes que se han hecho desde las administraciones que perjudican a los más desfavorecidos, tampoco ayudan a las mujeres. Vemos que cada vez somos más las que nos retiramos de la búsqueda activa de empleo, volvemos nuestras casas a cuidar de nuestros hijos porque no hay plazas en las guarderías, porque se reducen las becas de comedor, se intruduce el copago en programas de conciliación como “madrugadores” y las actividades extraescolares que permitían que las mujeres pudieran prorrogar su jornada laboral. Por otro lado, se reduce la partida de  ayudas a la dependencia y en sanidad con lo que se vuelve a destinar el cuidado de la gente mayor al ámbito privado, sin garantías ni compensación ni responsabilidad pública, empeorando la calidad de vida tanto de la gente dependiente como de las cuidadoras: Tareas de cuidado que antes se compartían con el gobierno, (centros de día, residencias, estancias más largan en los hospitales, unidades de dolor) pasan a ser completamente asumidas por las mujeres.
Claramente, estos ataques a la mujer, hacen que retrocedamos mucho en los logros que se han hecho. Tanto el sistema capitalista como el patriarcal van de la mano en conseguir que se reproduzcan las desigualdades, se perpetúen y se agraven. Si volvemos a la casa volvemos a ser invisibles, volvemos a depender de ellos y perdemos de vista quienes somos, qué queremos ser, qué papel queremos jugar en esta sociedad y qué podemos hacer para cambiarla. La sociedad pierde una fuerza de trabajo que además de necesaria es eficiente, está cualificada y es creativa.
Decía Simone de Beavoir en su libro del Segundo sexo,  que “al ser la sociedad una sociedad del hombre, es sensato deducir que el hombre se ha definido a sí mismo como el Uno, el sujeto, y la mujer ha sido conceptualizada como el Otro, el objeto”. Si nos retiramos del mercado, de la vida pública, volvemos a ser objetos, nos plegamos a los intereses del varón, a su poder adquisitivo, a su vida y a sus cambios.  Conquistar y ver que el Otro, las “Otredades” somos nosotras, que somos mayoría, que somos más de la mitad del planeta, que tenemos el derecho y la capacidad de elegir nuestras vidas, y que tenemos capacidad de organizarnos y luchar contra este sistema injusto. Una revolución cotidiana que empieza desde lo doméstico que no se deja ya domesticar. Debemos construir nuestros sueños, no poniendo por delante el corazón, no pensado en ser compañeras ni en “media naranja” de nadie, sino entregándonos a nosotras mismas, a nuestros sueños, a nuestras ambiciones, a nuestras pasiones y a nuestros proyectos vitales.
A partir de este mes empiezo a colaborar con el periódico digital El Europeo. 
Aqui os dejo mi primera entrada:


EL RETO DE VISIBILIZAR LA TAREA DE CUIDADOS
Las mujeres y su trabajo funcionan como un elemento organizador del sistema económico, por lo que hay que tener en cuenta las relaciones entre ellas para poder comprender la estructura socioeconómica
Dentro de esta crisis sistémica, a veces olvidamos que no solo se trata de una crisis económica, sino que incluye muchas dimensiones, de las que, aunque no tengamos noticia  en los medios de comunicación convencionales, están ahí y tenemos que buscar soluciones y alternativas.
La crisis de los cuidados, implica la desestabilización del modelo previo de reparto de las responsabilidades del cuidado y del trabajo doméstico, y es una dimensión más de esta crisis profunda.
Así, recientemente  aparecía en varios medios de comunicación, una noticia donde se informaba que más de 17 millones de mujeres de un total de 52 millones en todo el mundo, no trabajan bajo un marco legal que las proteja. Ni vacaciones, ni permiso de maternidad y sin ningún tipo cotización a la seguridad social que garantice una prestación por desempleo, derecho a la salud o una pensión.
En España según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), esta cifra llegó a ser de  747.000 en 2010. En el sector de los cuidados más del  90% son mujeres, sobre todo  inmigrantes procedentes de América Latina. Es una situación parecida a la de países como Francia, Italia o Reino Unido, pero muy diferente a la de otros países europeos, como Dinamarca, Finlandia o Noruega, donde el número de empleadas del hogar es muy bajo porque tienen un estado de bienestar fuerte, donde los servicios públicos prestan especial atención a  la tarea de conciliación y a la corresponsabilidad y cuentan con infraestructuras y mecanismos de cuidados, de atención a los niños y las personas mayores. 

Por otro lado, durante estos años, este trabajo precario, sin derechos y oculto ha fortalecido unas redes de mujeres que en muchos casos caen en neo-servilismos donde son estas mujeres europeas las que traspasan las tareas de cuidados a las mujeres inmigrantes. Una situación donde los roles de poder entre mujeres incrementan no solo las desigualdades de género sino también  una desigualdad económica, de clase y racial.
El control y legalización que ahora se proponen desde los gobiernos europeos, del trabajo doméstico y de cuidados son cuestiones difíciles  de resolver. No solo porque se trata de una actividad que se realiza en un ámbito privado,  sino que durante mucho tiempo se ha creído que este trabajo no tenía ningún valor. Por el contrario, desde la economía feminista, se afirma que el trabajo doméstico y de cuidados es fundamental para la calidad de vida de una sociedad. Para lograr una vida más plena, las necesidades que se cubren en el hogar han de estar satisfechas. Si no valoramos nosotras mismas ese trabajo, va a ser difícil que el mercado lo valore. Que salga a la luz este trabajo es imprescindible.
Estos mecanismos de regulación del trabajo doméstico, se plantean para tratar de resolver solo una parte del problema, la mejora de las condiciones de vida de las mujeres que trabajan en este sector. Sin embargo, también pueden suponer la oportunidad para, por un lado, visibilizar y cuantificar monetariamente este mercado, pero también para hacer una crítica al sistema capitalista imperante  donde se priman los mecanismos de acumulación frente a un modelo que vele por el bienestar de la ciudadanía. La propuesta es un modelo nuevo donde los cuidados, los afectos y las interdependencias sean lo primero, donde los varones asuman sus responsabilidades al igual que el Estado y que las empresas. En palabras de Dalla Costa, “El concepto de bienestar no es suficiente. La reivindicación es ahora la felicidad”

miércoles, 9 de enero de 2013

El Retorno de la Mística de la Femineidad

Interesante artículo publicado en la web A las barricadas:
 El conocido título de Betty Friedan hace referencia a la imagen de lo “esencialmente femenino”, que tanto se menciona en las revistas para mujeres, la publicidad y los libros de autoayuda. Se trata de una horma moral, fabricada tras la Segunda Guerra Mundial y que pretende que todas las mujeres asuman como propia. Y que por cierto, tiene consecuencias muy negativas en la salud de las mujeres, como la propia Betty señala.

Es este un intento de devolver a las mujeres al hogar, exaltando sus cualidades como madres y amas de casa, que surge en un contexto determinado, después de haberlas animado con campañas publicitarias sobre la “nueva mujer” a cubrir los puestos de trabajo de los hombres que marcharon al a guerra. Esta mística ha calado hondo y ha limitado nuestra forma de percibir las relaciones de género, llevando incluso a ajustar las investigaciones a esa idea. Por ejemplo, Desmond Morris, en su obra “El mono desnudo”, publicado en la década de los 70, más que investigar, intenta encontrar las pruebas biológicas que ajusten en su modelo mental: familia nuclear, hombre cazador y mujer en la cueva con los retoños. Y desde luego, consigue “ajustarla” a esa idea, que en realidad viene a ser la consabida excusa del modelo que describe un hogar como aquel donde el hombre trabaja para conseguir el sustento y la mujer se queda “protegida” en casa y cuidando de los niños y el hogar.
Más tarde múltiples investigaciones han dejado claro que este modelo es falso y que la familia nuclear procede de la Europa decimonónica. No sólo existen tribus donde las mujeres también cazan, sino que las labores adjudicadas a hombres y mujeres varían enormemente de una sociedad a otra, siendo el significado cultural de “ser mujer” también variable. Por no mencionar que la recolección realizada en muchas tribus por mujeres también ha resultado ser esencial para la economía del grupo. El problema en realidad es que es un modelo creado por la burguesía, donde el marido consigue dinero para mantener a la familia y la mujer no sólo no trabaja, sino que tampoco debe ser ama de casa porque tiene sirvientes en el hogar. El modelo se convierte en inalcanzable para la clase obrera, ya que el sueldo que recibía el trabajador no era suficiente para mantener una familia. Pero la clave aquí está en que creyeron que debían aspirar a ese modelo.
Y sin embargo, seguimos rodeadas de ese halo, y no nos libramos ni desde sectores libertarios. Desde el marxismo, ideología tampoco exenta de carga patriarcal por otra parte, ya se proponía que es el capitalismo el que nos ha entregado a las fauces del mundo laboral, lugar de explotación del hombre, pero aún menos apropiado para la mujer .

Esto es cierto y falso a la vez. Es cierto en lo que respecta a que el capitalismo ha impulsado la proletarización del mundo: alejados de los medios de producción, normalmente las tierras de cultivo, se vende la propia fuerza de trabajo, como ya quedara aclarado en El Capital, de Karl Marx. Pero es falso en lo que respecta a concebir el trabajo asalariado como aquél que sólo se da fuera de las puertas del hogar. Y en esta ocasión ni siquiera me refiero a los cuidados, tarea tan esencial para el mantenimiento del sistema capitalista. Se puede ser trabajadora asalariada sin acudir a una fábrica o taller. De hecho, esta es una realidad laboral subestimada para millones de mujeres en el mundo. En los albores del anarcosindicalismo, tampoco se prestó atención a organizar a las mujeres que trabajaban por encargo, o en el servicio doméstico, aduciendo que eran demasiado difíciles de organizar. En cualquier caso, este modelo de trabajo asalariado, que claramente afectaba a las mujeres, fue obviado e invisibilizado.

Se trata del trabajo a domicilio que realizan por ejemplo las tejedoras de la India. Reciben en su hogar el material de trabajo y al cabo del tiempo estipulado, se pasa a recoger el producto de su trabajo. Esto redunda en pingües beneficios para el empresario que se vale de ellas (porque queda ridículo decir que las contrata): por un lado, no debe invertir en gastos de medios de producción, ya que son las propias trabajadoras las que los aportan, en forma de telares, máquinas de coser, etcétera; la atomización de las mujeres que trabajan de esta forma les dificulta la articulación de protestas por sus condiciones laborales, al no saberse cuántas son, exactamente quienes, etc. Son explotadas y además se desconoce su explotación, ya que no forman sindicatos, no se agrupan, y socialmente no se valora ni se reconoce esta labor. De hecho, desarticula el discurso tradicional, al disponer ellas mismas de los medios de producción. Pero sugerir que tienen el estatus de pequeñas empresarias o autoempleadas es un insulto a la inteligencia. 

Y sin embargo, desde algunas filas del anarquismo se pretende que la crítica al capitalismo encaje con la mística de la feminidad. Olvidando que ese “volver a los hogares” nunca fue del todo real, y menos para las clases trabajadoras, ni tampoco deseable, por que limita aún más la independencia económica de las mujeres. En Cataluña antes de 1900, donde el feminismo no había tenido oportunidad casi de aparecer, un 40-45% de trabajadores del textil eran mujeres. Es decir, ya eran trabajadoras asalariadas. En este sentido, muchos sindicatos a mediados del s. XIX protestaban por conseguir un “salario familiar”, intentando copiar el modelo de familia nuclear de la clase burguesa, donde el hombre mantuviera con un solo sueldo a sí mismo, esposa e hijos. Pero esto ha redundado, además de en que se conciba la familia nuclear como la natural y deseable, en una excusa para dar menor salario a la mujer ya que ella, supuestamente, no tiene que soportar la carga de la familia y lo hace para gastar ese dinero en caprichos banales; su salario puede ser menor.

Marvin Harris sugiere que el capitalismo fue el que nos sacó de casa al mundo laboral, o al menos en Norteamérica. Sin embargo, las necesidades del capitalismo se pueden satisfacer de múltiples maneras y parece que la del trabajo asalariado y atomizado dese los hogares era realmente ventajosa para el empresario. Por lo tanto, Harris cae en el error de poner en el cambio económico todo el peso del cambio social. Sin embargo, esta es sólo una de las condiciones, necesaria pero no suficiente. Muchos otros factores son necesarios para que se dé este acceso de la mujer al mercado laboral fuera del hogar, como por ejemplo nivel de industrialización, oportunidades de educación, valores culturales relativos a la conducta femenina, roles sexuales, posición jurídica de la mujer, edad de matrimonio, etc. Pero el análisis clásico de la antropología marxista, al que pertenece Harris, también es esclavo de su propio marco cognitivo: no son ni trabajadoras asalariadas al uso ni amas de casa, por eso escapa a su posible análisis.

Lo cierto es que las luchas feministas tuvieron mucho que ver en el acceso al mercado laboral público, al cambiar ante todo los valores culturales y los roles de género, así como la posición jurídica de la mujer. Pero también es cierto que esto fue especialmente relevante para la mujer blanca de clase media, ya que otras identidades y tipologías no fueron abordadas desde esos feminismos primigenios (feminismo negro, feminismo de clase obrera, etc). De otro modo, no se explica por qué el capitalismo adopta formas sociales y de relaciones de género tan diversas a lo largo y ancho del planeta. Las soluciones para el capitalismo no son únicas. Echarnos la culpa a las mujeres de apoyarlo con nuestra salida al mundo laboral público, responde más a mecanismos patriarcales asentados en lo más hondo de nuestro cerebro: sí hombre, encima el desarrollo del capitalismo va a ser culpa nuestra!. Asimismo, el anarquismo también hizo interesantes críticas y aportaciones al feminismo, sobretodo añadiéndole la perspectiva de la lucha de clases, críticas y análisis del poder. En cualquier caso, este acceso al mundo laboral era también una de las premisas fundamentales de Mujeres Libres, que lo entendían como elemento fundamental de la emancipación femenina, permitiéndoles ser y sentirse miembros productivos de la sociedad, y por el que pedían "igual salario a igual trabajo".

Pero además, es el patriarcado el que consigue que muchos empresarios prefieran para sus fábricas y talleres a las mujeres: ellas están acostumbradas a la dominación y son educadas en la sumisión, por lo tanto, serán menos proclives a alianzas laborales contra el empresario y responderán mejor a su disciplina. Amén de que resulta más barata al ser considerada como menos válida que el hombre . En general, el trabajo femenino se concibe como inferior simple y llanamente porque es realizado por mujeres y así la trabajadora lleva ese estatus inferior contagiándoselo al puesto de trabajo.
 
Aun así, también existen buenos ejemplos de lo contrario a la "típica docilidad femenina": en 1918 se produjo lo que se conoce (aunque poco, probablemente por sesgo sexista), la "guerra de las mujeres de Barcelona". De un lado, las huelgas generales surgidas en talleres y fábricas, y del otro, esta guerra de mujeres surgida desde los barrios con fines comunitarios, debido a la escasez que se vivía tras la I Guerra Mundial. Estas mujeres instaron a las obreras a la huelga, requisaron víveres en tiendas de alimentación, y se manifestaron en mercados y plazas públicas, protestaron por los alquileres, el empleo y un largo etcétera. En total, estas revueltas duraron 6 semanas, y empresarios y funcionarios se sintieron atemorizados por la radicalidad y tenacidad de las mujeres que en ella participaron. Así como el importante papel que jugaron en la Semana Trágica, según Lola Iturbe . Este momento histórico ha sido poco conocido, inclusive desde la propia historia de las revueltas sociales españolas, y sin embargo las mujeres, de forma casi espontánea, se levantaron bajo premisas bastante libertarias: unión solidaria, acción directa y autogestión. Por no mencionar el impulso que tuvo de las mujeres la Revolución Rusa de 1917. Y sin embargo, machaconamente desde algunas filas nos persiguen con "el gen conservador de la mujer". Pero aunque los sindicatos no fueran a organizar a todas esas mujeres, porque sus características laborales no se correspondían con el concepto clásico y con clara perspectiva masculina de trabajador asalariado, ellas se organizaron. Y entre las que acudían a centros de trabajo, muchas son las que participaron en numerosas huelgas del textil (Sabadell 1910, La Constancia de 1913, Reus 1915, Barcelona 1916),


y aunque las reuniones para tratar lo referente a la huelga eran presididas por hombres, la participación de las mujeres consiguió que esa huelga saliera de los centros de trabajo, recorriendo barrios populares y plazas. Conocidas fueron también las huelgas de alquileres en aquella época en varios países de Europa y Norteamérica. Así que debería ser la hora de desterrar de nuestro imaginario la figura de "mujer como ente contrarrevolucionario".
Nadie sugiere que el trabajo asalariado nos haga libres. Pero el trabajo asalariado no se da sólo en lo público, y eso es algo que nuestra venda en los ojos nos impedía ver. Y la alternativa que nos espera no puede ser en ningún caso volver bajo el dominio de nuestro padre o marido. Para muchas mujeres casadas trabajar fuera del hogar es la forma de aumentar su independencia económica y social frente a su marido . Y desde luego, la esposa de un anarquista que dependiera económicamente de éste no estaba en mejores condiciones, como dejaron claro Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada y demás Mujeres Libres .
Es decir, que ese intento de devolver a la mujer a su papel de amante esposa y madre, beneficia como siempre a los de siempre. Y desde el anarquismo ya Mujeres Libres plantearon una buena y fundamentada crítica hacia el capitalismo y el patriarcado, sin tener que caer en feminismos burgueses, pero tampoco en mistificaciones patriarcales obreristas. Igual basta con desempolvar sus escritos.