domingo, 20 de octubre de 2013

Las tias buenas

Yo lo he intentado. Pero mucho. En serio.
He tratado de comer sano, de hacer deporte, de querer para toda la vida, de reproducirme, de aprender a cocinar, de hablar más bajo, de querer sexo sólo cuando hay alguien conocido en mi cama, de vestirme de colores suaves, de juntar las piernas, de gritar menos, de llorar más, de beber menos, de dormir más, de comer menos, de sonreír más... Pero no me ha salido.
Juro que he tratado con todas mis fuerzas de ser buena. Estar buena. Parecer buena. Pero no he podido.
Porque, a veces, las cosas que no deberían, me gustan, me apetecen, me las como, me las quedo, me las bebo, me las compro, me las guardo, me las follo...
Porque a veces, las cosas que me deberían gustar me deprimen, me aburren, me ponen triste, me dan asco.
Y he dedicado mucho tiempo, mucha energía, mucho dinero, mucha esperanza, a ser una mujer “como dios -o el patriarcado- manda”. Con curvas proporcionadas, compañías sexuales que se cuenten con los dedos de la mano, ropa de entretiempo, revistas de decoración, voz dulce, maquillaje discreto, regímenes saludables y aficiones que impliquen una aguja (no hipodérmica, claro).
Y ya me he cansado de que no me salga. No me sale parecerme a las de los anuncios de café instantáneo, a la que mis tías esperaban encontrar en las comidas familiares, a la que el tipo del banco quisiera dar una hipoteca, a la que la casera decente quisiera alquilar el piso, a la que los tíos encorbatados quieren llevar a cenar, a la que las dependientas quieren vender bragas blancas, a la que la policía quiere defender y no reprimir, la que cabe en las tallas que ponen en el escaparate.
Las malas, las inoportunas, las descaradas, las desubicadas, las desagradables, esas me salen mejor.
Y así, consigo menos cosas, pero son cosas que me gustan. Las que consiguen las tías buenas, con sus sonrisas oportunas, sus curvas adecuadas, sus posturas apropiadas... esas, me deprimen, me aburren, me ponen triste, me dan asco.
O envidia, vete tú a saber...


Faktoría Lila

miércoles, 16 de octubre de 2013

domingo, 13 de octubre de 2013

¿Escándalo?

(Artículo publicado en diario “Información” el 13 de octubre de 2013)

Son poco más de las once de la mañana del miércoles y suena el teléfono de mi casa. Nada más descolgar oigo: “Nena, eso que han hecho esas chicas en el Congreso de desnudarse a mí no me parece bien. Es un escándalo”. Es mi madre, que ha visto la protesta de las tres activistas de Femen en el Congreso de los Diputados y se ha alterado.  Mi madre es una mujer católica, creyente y practicante, pero que no entiende ni comparte las posiciones de la jerarquía eclesiástica en muchas cuestiones. Y una de esas cuestiones es el aborto. Considera que es una decisión tan íntima de cada mujer que le resulta incomprensible que nadie pueda decidir en su lugar. Entiende que las mujeres no pueden tolerar esas intromisiones y apoya, en ese sentido, las posturas que se oponen a la contrarreforma de la ley vigente que abandera el Ministro de (In)Justicia. Pero  las formas le han molestado.  Eso, generacionalmente, y viniendo de una persona tradicional como mi madre, lo puedo entender, aunque no lo comparto. 
Pero nuestra conversación giró poco en torno a la forma de la protesta, y fuimos directas al tema de fondo, no sólo respecto de esa amenaza de recorte absolutamente ideológico, sino también de todas las reformas que se están imponiendo desde este (des)Gobierno  y su rodillo parlamentario. Y en eso sí coincidimos plenamente mi madre y yo:  lo verdaderamente escandaloso es la situación en que este (des)Gobierno está dejando a la población en general y a las mujeres, en particular.

Escándalo es que el terrorismo machista haya asesinado a más de cuarenta mujeres y que ni los poderes públicos  ni la sociedad en general se escandalicen por ello. Escándalo es que el Código Penal que quieren aprobar permita que la violencia machista no se llame por su nombre, invisibilizando más esta epidemia. Escándalo es que los recortes en sanidad lleguen al punto de aplazar las pruebas de detección precoz del cáncer de mama e imponer el copago en los tratamientos por enfermedades graves como el cáncer o la hepatitis. Escándalo es  que se hayan cargado la poquísima ayuda a la dependencia y que sean las mujeres las que sigan apechugando. Escándalo es que pretendan financiar a colegios que segregan por sexos. Escándalo es que haya que estudiar religión pero no los valores para una convivencia pacífica y respetuosa de la dignidad humana. Escándalo es que recorten pensiones y salarios sobre los ya más bajos que cobran las mujeres. Escándalo es que haya madres que no pueden alimentar a sus criaturas, por más que se les llene la boca erigiéndose en protectores de la maternidad.  Eso sí, y más, sí son escándalos. No desviemos el foco