martes, 9 de diciembre de 2014

La cruzada de la leche

Recomiendo este artículo que me llegó a través de mi ma
Me pareció interesante!

http://www.revistaanfibia.com/cronica/la-cruzada-de-la-leche/


jueves, 4 de diciembre de 2014

Amor no romántico

Después de ver el capitulo del Tornillo sobre el Amor he escrito esta pequeña reflexión.
 Las chicas buenas no abandonan a sus esposos. Visten de manera adecuada y beben sólo hasta tener el puntito. No fuman. Combinan la ropa interior. No hablan de sexo abiertamente. Esperan a que las llamen y dicen: Yo también, en vez de te quiero.
Las chicas malas que se creen dueñas de su cuerpo y su sexualidad, se creen dueñas de su propia vida, o que se rebelan, siempre se llevan su castigo merecido.
A las chicas malas no sólo las destestan algunos hombres, sino también las mujeres buenas, porque desestabilizan todo el orden “armonioso” de las cosas cuando toman decisiones y rompen con ataduras. Es dificil tener a una de estas a tu lado. O como compañera o como amiga. Hablan alto. Lloran, se rien de manera escandalosa y hacen el amor "con todo". Sin distracción posible.


Las mujeres malas, hemos pensado mucho cómo queremos ser. Cómo nos queremos comportar. Cómo romper con el amor romántico. Hemos de aprender a romper con los mitos, a deshacernos de las imposiciones de género, a dialogar, a charlar, a disfrutar de la gente que nos acompaña en el camino, a unirnos y separarnos en libertad, a tratarnos con respeto y ternura, a asimilar las pérdidas, a construir relaciones bonitas. Tenemos que romper con los círculos de dolor que heredamos y reproducimos inconscientemente. Tenemos que aprender a querer y a ser queridas de otra manera. A hacer la vida agradable a nosotras mismas y a nuestros compañeras y compañeros. Que merezca la pena vivir la vida con nosotras al lado. Que sea más feliz con nosotras al rededor. También hemos aprendido a desear sexo a deshoras, a necesitar follar y masturbarnos. A no sentir celos ni a provocarlos,  a comprender y a ser comprendidas. A querer rompiendo normas, a amar sin medida.
Las feministas no hemos renunciado al amor. De hecho, no tenemos nada en contra del amor, ya que nosotras también nos enamoramos locamente, igual que las demás. Gestionemos ese amor sin obedecer a la norma hegemónica.

jueves, 27 de noviembre de 2014

25 de Noviembre

Dejo aqui el manifiesto aprobado por el área de Mujer de Izquierda Unida y algunos datos:

Hasta el día de hoy van 44 mujeres asesinadas por sus compañeros o ex compañeros.
Se cumplen 10 años de la aprobación de la Ley integral contra la violencia de género.
Este año se han reducido considerablemente el número de denuncias y por tanto el número de órdenes de alojamiento. Los años que menos se denuncian, según las estadísticas, son los años que más mujeres son asesinadas. (en 2010 y en 2007 respectivamente).
Se han hecho recortes sistemáticos en planes de igualdad en las escuelas,fundamentales para la prevención a edades tempranas de esta lacra. Se han reducido las ayudas a las ONG´s que trabajan con mujeres víctimas de violencia de género y se ha eliminado el plan de insercción laboral para mujeres violentadas.
En Salamanca se ha cerrado una de las casas de acogida, las llamadas casas seguras de emergencias.

En plena vorágine capitalista, en plena expansión del poder de los mercados, la economía está ocupando la mayor preocupación de la ciudadanía y su consecuencia más inmediata, el desempleo, su mayor temor. Para los gobiernos amigos y, por lo tanto, cómplices de este sistema económico especulador y mercader, la creciente desigualdad y el aumento consecuente de la violencia de género ha pasado a un segundo plano, si es que alguna vez ha ocupado otro.
El patriarcado y el capital, en armonía permanente, han encontrado de nuevo un momento propicio para nuevas alianzas a la hora de despojar a las mujeres de los derechos conseguidos con tanto esfuerzo.
A nivel internacional nos hemos llevado la gran decepción con la llamada ‘Primavera Árabe’, al comprobar que las revoluciones han sido absolutamente manipuladas para conseguir unos fines aparentemente democráticos, que en nada pretendían cambiar las condiciones sociales de las mujeres de estos países. Muy al contrario, algunos de estos países anteriormente laicos ahora han sido tomados por la fuerza de los integrismos religiosos y a las mujeres les espera un futuro mucho peor.
Es alarmante el olvido de las mujeres afganas, el aumento de las ablaciones hasta en entornos occidentales, el afianzamiento de las redes de tráfico y la trata de mujeres y niñas para su explotación sexual mediante la prostitución.
En nuestro Estado, el Gobierno del PSOE no ha querido modificar la Ley Integral contra la Violencia, empecinado en su modelo de violencia encorsetado en una sola causa, obstinado en no reconocer que la violencia de género es una cuestión estructural que hay que erradicar desde todos los ámbitos. Desgraciadamente y, a pesar de ello, en lo que va de año han sido asesinadas 55 mujeres, pero el presupuesto destinado a combatir la violencia de género no sólo no aumenta sino que va disminuyendo paulatinamente.
Los contratos a tiempo parcial y precarios son la oferta laboral para las mujeres. El tercer trimestre de este año refleja cómo del casi medio millón de las personas que trabajan a jornada parcial, nada menos que el 96% son mujeres, es decir, 9 de cada 10 jornadas parciales, fundamentalmente dedicadas al cuidado, las hacen mujeres.
Aumentan las emisiones televisivas donde se denigra la imagen de las mujeres y se las convierte en meros objetos, además de que cada vez hay más anuncios comerciales donde las mujeres somos la ‘recompensa’ al comprar la mercancía. Todavía seguimos reivindicando que el lenguaje nos incluya para ser nombradas y designadas en femenino singular y plural.
Este 25 de noviembre nos vemos obligadas nuevamente a reivindicar una verdadera coordinación política y administrativa para atajar esta lacra social. Para las mujeres tampoco es nuevo que exijamos la implicación de todos los poderes públicos en dar las respuestas que la sociedad está reclamando y conseguir un mundo sin Violencia de Género, pero a estas alturas no queremos quimeras ni promesas, queremos realidades tajantes con resultados inmediatos.
¡Un mundo en IGUALDAD, un mundo SIN VIOLENCIA!

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Las periodistas y Pablo Iglesias




El pasado domingo Pablo Iglesias fue elegido secretario general de Podemos. La mitad de los inscritos votaron y casi el noventa por ciento lo hicieron por la lista liderada por Pablo Iglesias. Eso le convierte en un líder ampliamente legitimado y con capacidad de liderazgo en su partido.
Iglesias se presentaba con una lista de 62 personas con las que formar equipo. De esa lista más de la mitad mujeres (32), sin embargo, a ellas no las conocemos de nada. No las hemos visto en ninguna tertulia, ni en ruedas de prensa, ni siquiera sentadas en la primera bancada en los actos públicos. Les conocemos a ellos: a Monedero, a Errejón… Fue útil en ese sentido el documento que presentó el diario la información para poner cara, por lo menos, a alguna de ellas.
Este partido, tiene cosas que no me dejan de sorprender respecto las mujeres (y su invisibilización) y a los posicionamientos feministas. No deja de ser curioso que tengan un círculo de feminismo, un partido que no se define ni de derechas ni de izquierdas. En mi opinión, por tanto, Podemos no puede ser feminista. El feminismo es una lucha transversal por hacer desaparecer las desigualdades entre hombres y mujeres y esa lucha solo se puede hacer desde la izquierda alternativa y transformadora. No se puede hacer desde la ambigüedad de una no-ideología y sólo desde ideas concretas como nos hacen creer.
Una vez elegido, Iglesias ha acudido a varias entrevistas en varios diarios, televisión y radio. Las dos que quiero señalar aquí son la que tuvieron lugar el domingo pasado por Ana Pastor, y la que le hizo Pepa Bueno el pasado lunes.



Ambas periodistas tienen largas trayectorias, son buenas profesionales, mordaces y expertas en hacer entrevistas donde se coloca a los entrevistados y entrevistadas en situaciones incómodas. En estas entrevistas, hechas por mujeres fue llamativa la insoportable invisbilización de los temas llamados “de mujeres”. Se preguntó por los desahuciados, la revocación de los cargos, la puerta giratoria o de dónde se va a sacar dinero para pagar la renta básica, y no se hizo ninguna pregunta dedicada a la mitad de la población con problemáticas concretas y comunes. No se cuestiona cómo resolver la feminización de la pobreza, el techo de cristal, la conciliación, las pensiones más bajas, la violencia de género o la discriminación salarial. La baja tasa de natalidad, la falta de ayuda a los programas de madrugadores, la congelación de la ley de dependencia o la precariedad laboral femenina. Una realidad sangrante que nos afecta a todas. Ninguna de estas dos periodistas, recordemos mujeres, les pareció que eran temas interesantes. Ana Pastor preguntó hasta 5 veces si las personas que tuvieran dos casa se les iba a quitar una de ellas, obviando que más del 40% de los desahucios son familias monoparentales con una mujer como cabeza de familia y cargas familiares.
Lo que más me preocupa es que si ellas, mujeres trabajadoras, públicas, empoderadas y reputadas no son capaces de hacer visibles a su propia categoría política, de su propia problemática algo va muy mal.
Por eso, ante la sistemática invisibilización de las mujeres, los retos a los que nos enfrentamos las feministas son: Por un lado, mostrar la realidad. Somos la mitad de la población, si nos tratan como colectivo homogéneo, tenemos una serie de demandas y problemas por los que todas nos vemos afectadas en mayor o menor medida. Esa es la realidad que tenemos que poner sobre el tablero.  Tenemos herramientas potentes y útiles para esta tarea, fundamentalmente datos desagregados por sexo que tenemos que aprender a utilizar. La realidad en cifras se hace visible, patente y observable por toda la sociedad. Nuestro segundo reto será que se hable de nosotras, que aparezcamos, que no nos quedemos en “temas de mujeres”.
La discriminación entre hombres y mujeres tiene que ser un problema a atacar de raíz en tanto y cuanto es un sistema capitalista y patriarcal el que genera tanto sufrimiento, unos niveles de desigualdad inadmisibles desde un punto de vista ético y moral y unas vidas en muchos casos que no perecen la pena ser vividas. La precariedad y la invisibilización femenina es de lo que bebe este sistema y lo que lo mantiene. No podemos permitirnos movernos en esta lógica patriarcal capitalista que hace que desaparezcamos, no se muestra nuestra realidad y no se toman medidas concretas para solventar nuestras vidas.

Somos sujetos políticos, económicos y sociales y por lo tanto queremos ser, estar y participar. Que se nos vea y que se hable de nosotras con nosotras y para nosotras.



domingo, 26 de octubre de 2014

Descuida

Reblogueo este maravillos artículo aparecido en El diario.
#VagadeTotes se celebró el día 22 de Octubre en Cataluña. Es un intento de que todas las que quedamos excluidas a la hora de hacer huelga de alguna manera, podamos ser cuantificadas, porque si no cuidamos, el sistema no funciona.

            Si pudiera, hoy haría huelga de empatía. Huelga de sonrisas gratuitas. Huelga de complacencia. Huelga de altruismo insano. Haría una huelga a la japonesa de egoísmo. Por un día, solo pensaría en mí. No escucharía a quien no quiero. No sería dialogante, comprensiva. Sería asertiva, diría lo que quiero y lo que no. Sí. Diría mucho “no”. Y sonreiría menos. ¿Ya lo he dicho? Lo reitero. Sonreiría menos. Tendría una voz más grave, sería más parca, menos cantarina. No sería tan dulce. No pediría permiso, no pediría perdón.
  No sentiría culpa. No tendría miedo a sentirme insaciable en lo afectivo ni farsante en mi trabajo. No pensaría otra vez que he estudiado demasiado, que he estudiado demasiado poco. Que he perdido el tiempo. Que si me sobra mes al llegar a fin de sueldo no es solo porque lo he hecho todo mal. Dejaría de hacer malabarismos para seguir currando por tan poco. Haría buenos planes y aparcaría la multitarea infernal. Sería vaga. Un poco fría. No me pondría a llorar instantáneamente al escuchar a mi madre decir que ya no le gusta su vida, desde que se ha convertido en enfermera a turno completo de mi padre. Y nadie se lo agradece.
No trataría de mediar entre mis padres. Ni entre mis hermanos. No sentiría que siempre tengo que ayudarles más, que no puedo porque trabajo demasiado, porque me lo paso demasiado bien, que hago mucho, que hago poco, que destaco, que no destaco, que fui borde aquel día, que consentí demasiado, que fui muy demandante, que no fui capaz de decir no cuando me apetecía. Dejaría de pensar todo el tiempo en el otro. En cómo se sentirá si rompo sus expectativas, si lo que pienso suena a nota discordante. En vez de eso, daría muchos tonos más altos que otros. Mandaría a la mierda a varios. No sentiría vergüenza al tomar la palabra. O sí, la sentiría, pero eso no me impediría seguir.
  No adoraría al padre, al héroe, al líder, al genio, al fuerte, al sabio, al listo, al poderoso. Sería poderosa. Cortaría la palabra a quien creyese que se está excediendo en su uso. No consentiría que en una reunión mixta alguien me ignorase o me evitara la mirada solo porque soy tía. Pondría mi mejor cara de póquer ante cualquier chiste machista, por irónico que fuese. Y no trataría de que mi discurso no fuese traicionado por la forma. Me expresaría libremente, sin medir, sin calcular si resultaré o no demasiado segura, convincente, expeditiva. No aceptaría “bonitas”, ni “guapas, ni “niña” de desconocidos, no me tragaría las miradas por la calle, ni los comentarios a mi cuerpo, a mi ropa, como algo natural. No sonreiría. Otra vez.
Pediría ayuda con soltura. Hasta puede que fuese capaz de dar alguna orden y echar alguna bronca.
  No trataría de encajar. Intentaría con todas mis fuerzas no atender a la demanda silenciosa, naturalizada y completamente interiorizada de que debo ser yo la que atienda una situación de cuidados cuando hay alguien dependiente, ya sean niños o mayores. No me levantaría de la mesa a recoger mientras padre, hermanos o amigos no hacen amago de moverse. No haría trabajos reproductivos como preguntar qué tal, cuidar el ambiente y los enseres, apaciguar discusiones o preocuparme por la comida o el agua en espacios y tiempos de reunión colectiva. Me comería la palmera de chocolate más grande de esa panadería. O dos.
  No me cuestionaría por tener mucho deseo sexual. O poco. Abriría mucho las piernas en el metro, empujando al que las lleva aún más abiertas que yo a mi lado. No me desasosegaría ni un minuto por no saber aún si tendré hijos, por no saber si cuando quiera tenerlos podré hacerlo, si si los tengo me arrepentiré y si no los tengo también. En su lugar, iría a mi centro de salud a pedir todas mis revisiones ginecológicas, me “toquen” o no, toda la información sobre reproducción asistida, todos mis derechos. Aprovecharía para pedir los nombres y denunciar a todos los ginecólogos que alguna vez me hicieron sentir incómoda, sucia, viciosa, irresponsable, que me hicieron daño. Aparcaría por un día la rabia de género hacia el aplomo y la asertividad de mis compañeros hombres. Por estar más presentes en todo lo público solo por una inercia de la que ellos muchas veces son cómplices.
  No sentiría culpa por no haber visto en un mes a mis sobrinas, por que sientan que no las quiero. Que no las cuido. Me dejaría crecer el mostacho. Y la barba. No dejaría que me bloquease la autoexigencia. Haría más el imbécil, no miraría tanto a mi alrededor, no me pondría en segundo plano, no me menospreciaría, no le haría el consenso a la autodestrucción, no sentiría, aunque sea durante un día, que si hubiera nacido tío todo me hubiera sido y me sería más fácil. Trataría de sentirme más segura en la calle, no daría conversación a un presunto violador  como me sigue pidiendo el Ministerio de Interior.
  Sí. Pondría palos en la rueda, en general. Por un día, dejaría de engrasar el mundo. Ah. Y sería vaga. Otra vez. Muy vaga. No sería diligente, ni organizada, no haría hueco a las demandas ajenas a costa de mi salud. Me iría a tirar al parque con alguien o unos alguienes muy deseados sin sentir que debería estar haciendo otra cosa, en otro lugar: siendo útil, productiva, ayudando, escuchando. Dejaría de sentir la autoexigencia paralizante de que todo lo que hago, incluso este texto, tiene que ser excelente y brillante, para ser apreciado y llamar la atención. Sería chapucera. Vaga, tan vaga. Y me repetiría a mí misma: “Descuida”.

Empleadas de hogar y feminismos

CCOO de Salamanca ha empezado hoy una campaña de apoyo a las empleadas del hogar e impartirán un curso para informarlas de sus derechos y obligaciones. Calculan que en Salamanca  hay unas 5000 mujeres trabajando sin contrato, y sólo 2.797 empleadas de hogar dadas de alta, de las que el 70% son extranjeras. A estos datos, podríamos añadir una reflexión, dentro de este problema que tiene mucho recorrido. Si este trabajo se revalorizara de verdad, se visibiliza y se regulariza la mayoría de las mujeres/familias no podrían pagarlo. Si muchas mujeres de clase media pueden contratar a una asistenta por horas es porque estas mujeres trabajan en condiciones de explotación económica, con unos salarios bajísimos. Si el trabajo doméstico pasara a ser un trabajo socialmente valioso o "bien" remunerado, entonces no sería "trabajo de mujeres".

La única manera de revalorizar este trabajo es que lo hagan los hombres, pero lo cierto es que si los hombres lo hicieran, entonces las mujeres no podrían contratarlo. Por tanto, que las mujeres españolas de clase media puedan contratar asistentas depende de que este trabajo sea barato. Por otro lado, las asistentas no liberan a las mujeres de clase media de hacer este trabajo; liberan a los hombres de hacer su parte. ¿Por qué van a pelearse las mujeres con sus compañeros si pueden pagar a otras mujeres y olvidarse?

lunes, 22 de septiembre de 2014

SIN TIEMPO PARA EL AMOR


Reblogueo de la revista Pikara un artículo de Coral Herrera Gómez con el fin de dar a conocer una postura defendida ampliamente desde la economía feminista. Un modelo productivo-reproductivo donde los afectos, la pasión y el placer tengan un papel fundamental a la hora de organizar nuestros tiempos.
Aquí os lo dejo: 

¿Cuántas horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
Nuestras obligaciones diarias son extenuantes, y al final del día nos derrumbamos en el sofá para leer, ver tele o navegar por las redes. El cansancio no da para ponerse a dar brincos en la cama con nuestro compañero o compañera
Vivimos en una sociedad muy amorosa: por la radio suenan canciones de amor desgarrado, en el cine todas las películas tienen alguna historia de amor de fondo o en primer plano, las estrellas salen del armario en el telediario y nos presentan a sus parejas, en las revistas circulan chismes y cotilleos sobre famosas que se enamoran o se separan, las redes sociales están llenas de gente buscando al amor de su vida, en Facebook nos enteramos de las bodas de nuestra gente, en la televisión triunfan los dramas sentimentales, en la publicidad nos regalan paraísos románticos para vendernos casas, coches, muebles o desodorantes.
Sin embargo, hay poco tiempo para el amor. Marcuse lo vio claro: son muy pocos minutos los que dedicamos al placer. La mayor parte del día acudimos a trabajar a cambio de un salario, y el resto del tiempo que nos queda es para dormir, y resolver las cuestiones básicas de higiene y nutrición (y otras miles obligaciones de la vida urbana posmoderna). Hacemos el amor al final del día, antes de dormir, cuando tenemos el cansancio acumulado encima, y hay que darse prisa para terminar pronto y poder dormir si acaso 7 u 8 horas.


Podríamos disfrutar más si pudiésemos dedicar días enteros a charlar, a jugar, a hacer el amor, a comer rico, a escuchar buena música en la intimidad con nuestras parejas. Pero los horarios que tenemos no dan para relajarse y para el disfrute pleno del amor. Nuestras agendas están siempre repletas de cosas que hacer después de trabajar 8 horas y de perder al menos otras dos en volver a tu casa o desplazarte a cualquier otro lugar: ir al gimnasio, ir a clases de yoga, pasear al perro, acudir a la asamblea de tu colectivo, reunirte con amigas del colegio, llevar al gato al veterinario, vaciar la pila de platos y sartenes sucias, ir al dentista, contestar emails, hacer la compra semanal, regar las plantas, llevar a arreglar unos pantalones, ir al psicólogo, hacer lavadoras en casa, recoger y limpiar el hogar, hacer cenas o comidas para el día siguiente, skypear con tu hermana que emigró al extranjero, devolver llamadas o guasaps, depilarte las piernas y el bigote, supervisar las tareas del colegio de tus hijas o hijos, acudir a la asamblea de vecinos, pasar por Correos, visitar a los del banco, llevar a la niña a informática y después a inglés, llevar a arreglar las gafas del niño a la óptica, llevar el ordenador al técnico para que lo arregle, hacer cuentas y revisar facturas, estudiar cualquier cosa que nos permita crecer o actualizarnos profesionalmente….
Sí, nuestras obligaciones diarias son extenuantes, y al final del día nos derrumbamos en el sofá para leer, ver tele o navegar por las redes y olvidarnos un poco de nuestras preocupaciones. En esos momentos quizás solo nos quede una hora útil  de vida antes de caer en los brazos de Morfeo, y el cansancio no da para ponerse a dar brincos en la cama con nuestro compañero o compañera. Según la mayor parte de las estadísticas, los días en que la gente se dedica a gozar del sexo son los fines de semana, que como todas sabemos, son demasiado cortos para hacer todo lo que una quiere hacer: vivir la vida.
Si ya es difícil reservar tiempos y espacios para compartir con la pareja, imagínense las personas que tienen amantes o varias parejas. Es difícil ser poliamorosa
El tiempo se nos va de las manos. Y lo maldecimos cuando nos damos cuenta de que llevamos milenios sin ver a tal amiga querida, o sin ir a visitar a tu abuela, o sin reunirte con la pandilla de la universidad. O cuando asistimos a un funeral y nos decimos: “Oye a ver si nos vemos más, hay que juntarse en las ocasiones alegres también”.
La tiranía del tiempo que se nos va se diluye cuando nos enamoramos salvajemente. Nos liberamos cuando el subidón del enamoramiento trastoca nuestra percepción y relación con el tiempo, como pasa con las drogas. Dejamos de mirar el reloj, las intensas noches de amor se hacen cortas, los instantes sublimes congelan el tiempo y nos hacen eternas.
Sí, el amor nos hace diosas del tiempo: bajo el influjo de la pasión somos capaces de saborear cada segundo de amor, atrapar el presente con nuestras manos, vivir el ahora con una intensidad brutal. El tiempo ya no va inexorable segundo a segundo hacia el futuro, a un ritmo monótono e implacable. Los segundos parecen horas, las horas minutos: el tiempo se ralentiza (cuando estamos esperando una llamada o que llegue el día de la próxima cita) o se acelera (cuando estamos sumergidos en los ratos de amor loco), y la vida es más emocionante porque nuestra percepción de la realidad se trastoca.
También nuestro organismo se trastoca y adquirimos superpoderes. La química del amor es tan fuerte que somos capaces de pasar noches enteras sin dormir junto a la persona amada, y cada día acudir al trabajo y cumplir tus obligaciones como si nada hubiera pasado: sólo te delata una sonrisa permanente en la cara, las ojeras malvas, la piel tersa y el cabello brillante. A la noche te espera otra desvelada, tú te sientes con fuerzas para todo: nos llenamos de energía cósmica para vivir el presente intensamente.
Cuando  pasa la borrachera del amor y volvemos a nuestra vida real, perdemos los superpoderes para dedicar horas a hacer el amor y ya el cuerpo responde mal si le sigues quitando horas de sueño. Con el paso de los meses y los años, las parejas se vuelcan más hacia lo social que hacia lo íntimo, y es difícil para muchas volver a construir esos espacios íntimos llenos de magia para detener el tiempo. Así pues, hay gente que se queja de que follamos con prisa, follamos sin ganas, follamos cansadas, follamos poco, o no follamos nada.
Si ya es difícil reservar tiempos y espacios para compartir con la pareja, imagínense las personas que tienen amantes, o las que tienen varias parejas: es casi imposible encontrar huecos en el día para dedicarse al amor sin mirar el reloj. Las parejas de adúlteros apenas pueden disfrutar de una hora o dos (no hay tiempo para más), pero la gente poliamorosa también lo tiene difícil, por la falta de tiempo para tener varias parejas simultáneas: el fin de semana tiene solo 2 noches, 3 días que pasan volando.
La cadena de producción no puede parar por tus sentimientos, y al capitalismo le conviene que no seamos demasiado felices: nuestra insatisfacción permanente y nuestro dolor nos hacen más vulnerables.
Sí, es difícil ser poliamorosa en estos tiempos que corren si quieres dedicar a todas tus relaciones tiempo de calidad, si quieres disfrutar intensamente de tu vida social (tu comunidad, tu tribu, tu vecindario, tu familia), y si además necesitas tiempo también para disfrutar de tu propio espacio-tiempo a solas.
Vivimos en un sistema productivo que nos encadena durante 40 horas semanales a un trabajo que nos da un salario generalmente precario (son muchas las personas que hacen 50 o 60 horas semanales robando horas de sueño o de su vida a cambio de nada o de muy poco).
A las empresas no solo les damos mucho tiempo de nuestras vidas, sino también nuestras energías físicas, mentales y emocionales. ¿Cuantos de vosotras habéis tenido que arrastraros dolorosamente fuera de la cama para ir al trabajo sintiendo que os dejáis un poco de vida en el lecho del amor?, ¿cuánta gente ha faltado alguna vez al trabajo por estar enamorada o enamorado?, ¿cuántas veces has deseado estar entre las sábanas jugando, mientras miras por la ventana y cuentas las horas que te quedan para salir de tu lugar de trabajo?, ¿cuántas veces has perdido la concentración en tu trabajo por culpa de un amor que te está esperando en su casa mientras te hace la cena, y no logras acabar tu tarea?
El capitalismo nos enjaula, aunque no seamos productivas. Al capitalismo le da igual que estés borracha de amor, feliz, eufórica, exultante, cachonda, preocupada, angustiada, desesperada, triste, ansiosa, enojada. Al capitalismo no le importa que tu compañera esté hospitalizada y tú quieras estar cuidando y acompañándola. No le importa si vas a tener una conversación decisiva con tu pareja, si estas de duelo por una ruptura sentimental, si quieres acompañar a una amiga o amigo en momentos difíciles. No le importa, y tú tienes que ir a trabajar, aunque tu abuela se esté muriendo. No le importa si has dormido esa noche por la gripe de tu hija o si te has pasado la noche gozando lujuriosamente. Tú tienes que estar ahí, cumpliendo, aunque no seas productiva y no logres hacer nada ese día.


Si te lo montas por tu cuenta, es lo mismo. No puedes permitirte el lujo, generalmente, de tomarte unos días para tus asuntos emocionales, porque entonces no comes ese mes. La cadena de producción no puede parar por tus sentimientos, y al capitalismo le conviene que no seamos demasiado felices: nuestra insatisfacción permanente y nuestro dolor nos hacen más vulnerables. Así que la explotación de nuestras energías y tiempos es brutal, porque va más allá de la cuestión productiva. Vivimos en una sociedad represiva a la que le conviene constreñirnos el acceso al placer, al amor, al juego y al disfrute. Prefieren que disfrutemos consumiendo, o dediquemos nuestro tiempo a trabajar: el amor es improductivo. Poco rentable.
Hay poco tiempo para el amor, y a veces pocas energías. El enamoramiento pasional no es eterno: nuestro cerebro y corazón no pueden estar añales enamorados: es agotador estar generando ese nivel de endorfinas y anfetaminas todo el tiempo. Además, el romanticismo siempre acaba siendo aplastado por la tiranía de los horarios, de la rutina, de las obligaciones. Muchas parejas se desenamoran porque apenas pasan tiempo juntas: tiempo de calidad, tiempo sin límites, tiempo para el erotismo y el amor.
Además de no tener tiempo para vivir romances, tampoco lo tenemos para disfrutar de nuestros hijos e hijas, de nuestra gente querida, de nuestros animales domésticos: pasamos la mayor parte del día fuera de casa, produciendo para enriquecer a otras personas que en realidad no necesitan tenernos tantas horas allí.
Los feminismos reclaman la conciliación de la vida laboral y familiar: las 8 horas de trabajo diarias son incompatibles con el cuido de bebés, personas enfermas o ancianas. Y resulta que el 90% de las cuidadoras en el mundo son mujeres. Unas tienen que renunciar a la autonomía económica y al mercado laboral, y otras cargan con la doble jornada laboral.
Hay países en los que los trabajadores no tienen derecho a vacaciones pagadas (si acaso dos semanas al año, y sin cobrar), pero hay otros como Islandia o Suecia que están implantando nuevas medidas para aumentar la calidad de vida de sus habitantes. En el caso de Suecia, creen que no es el tiempo lo que determina el nivel de eficacia laboral, sino la motivación y el bienestar de los y las trabajadoras. Han decidido implantar una jornada laboral de 6 horas sin reducción de salario, lo que al parecer aumenta el nivel de satisfacción de los suecos y las suecas con respecto a su trabajo; además, mejora la productividad, aumenta el ahorro estatal y permite crear más empleo. Puedo imaginar lo felices que deben de estar las trabajadoras municipales al ganar una hora de vida para sus amigos y amigas, para su familia, para su comunidad, para sus aficiones, para sí mismas, para su tiempo de descanso o de ocio.
El tiempo es oro: nuestras vidas son muy cortas y necesitamos un sistema productivo más acorde a nuestras necesidades vitales, individuales y colectivas. El capitalismo romántico nos regala muchos finales felices mientras nos roba horas de vida: necesitamos recuperar nuestro tiempo, y necesitamos energía para disfrutar de la vida.
Necesitamos tiempo para amar, para disfrutar del placer en toda su plenitud. Tiempo para escuchar, para viajar, para conocer, para compartir, para construir comunidades con los demás. Tiempo para apoyar, para crear redes, para celebrar, para aprender, para crear. Tiempo para cultivar y nutrir lo único que parece darle un poco de sentido a la vida: los afectos.



Cuántas horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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Cuántas horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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Cuántas horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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Cuántas horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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