Recomiendo este artículo que me llegó a través de mi ma
Me pareció interesante!
http://www.revistaanfibia.com/cronica/la-cruzada-de-la-leche/
martes, 9 de diciembre de 2014
jueves, 4 de diciembre de 2014
Amor no romántico
Después de ver el capitulo del Tornillo sobre el Amor he escrito esta pequeña reflexión.
Las chicas buenas no abandonan a sus esposos. Visten de manera adecuada y beben sólo hasta tener el puntito. No fuman. Combinan la ropa interior. No hablan de sexo abiertamente. Esperan a que las llamen y dicen: Yo también, en vez de te quiero.
Las chicas malas que se creen dueñas de su cuerpo y su sexualidad, se creen dueñas de su propia vida, o que se rebelan, siempre se llevan su castigo merecido.
A las chicas malas no sólo las destestan algunos hombres, sino también las mujeres buenas, porque desestabilizan todo el orden “armonioso” de las cosas cuando toman decisiones y rompen con ataduras. Es dificil tener a una de estas a tu lado. O como compañera o como amiga. Hablan alto. Lloran, se rien de manera escandalosa y hacen el amor "con todo". Sin distracción posible.
Las mujeres malas, hemos pensado mucho cómo queremos ser. Cómo nos queremos comportar. Cómo romper con el amor romántico. Hemos de aprender a romper con los mitos, a deshacernos de las imposiciones de género, a dialogar, a charlar, a disfrutar de la gente que nos acompaña en el camino, a unirnos y separarnos en libertad, a tratarnos con respeto y ternura, a asimilar las pérdidas, a construir relaciones bonitas. Tenemos que romper con los círculos de dolor que heredamos y reproducimos inconscientemente. Tenemos que aprender a querer y a ser queridas de otra manera. A hacer la vida agradable a nosotras mismas y a nuestros compañeras y compañeros. Que merezca la pena vivir la vida con nosotras al lado. Que sea más feliz con nosotras al rededor. También hemos aprendido a desear sexo a deshoras, a necesitar follar y masturbarnos. A no sentir celos ni a provocarlos, a comprender y a ser comprendidas. A querer rompiendo normas, a amar sin medida.
Las feministas no hemos renunciado al amor. De hecho, no tenemos nada en contra del amor, ya que nosotras también nos enamoramos locamente, igual que las demás. Gestionemos ese amor sin obedecer a la norma hegemónica.
Las chicas buenas no abandonan a sus esposos. Visten de manera adecuada y beben sólo hasta tener el puntito. No fuman. Combinan la ropa interior. No hablan de sexo abiertamente. Esperan a que las llamen y dicen: Yo también, en vez de te quiero.
Las chicas malas que se creen dueñas de su cuerpo y su sexualidad, se creen dueñas de su propia vida, o que se rebelan, siempre se llevan su castigo merecido.
A las chicas malas no sólo las destestan algunos hombres, sino también las mujeres buenas, porque desestabilizan todo el orden “armonioso” de las cosas cuando toman decisiones y rompen con ataduras. Es dificil tener a una de estas a tu lado. O como compañera o como amiga. Hablan alto. Lloran, se rien de manera escandalosa y hacen el amor "con todo". Sin distracción posible.
Las mujeres malas, hemos pensado mucho cómo queremos ser. Cómo nos queremos comportar. Cómo romper con el amor romántico. Hemos de aprender a romper con los mitos, a deshacernos de las imposiciones de género, a dialogar, a charlar, a disfrutar de la gente que nos acompaña en el camino, a unirnos y separarnos en libertad, a tratarnos con respeto y ternura, a asimilar las pérdidas, a construir relaciones bonitas. Tenemos que romper con los círculos de dolor que heredamos y reproducimos inconscientemente. Tenemos que aprender a querer y a ser queridas de otra manera. A hacer la vida agradable a nosotras mismas y a nuestros compañeras y compañeros. Que merezca la pena vivir la vida con nosotras al lado. Que sea más feliz con nosotras al rededor. También hemos aprendido a desear sexo a deshoras, a necesitar follar y masturbarnos. A no sentir celos ni a provocarlos, a comprender y a ser comprendidas. A querer rompiendo normas, a amar sin medida.
Las feministas no hemos renunciado al amor. De hecho, no tenemos nada en contra del amor, ya que nosotras también nos enamoramos locamente, igual que las demás. Gestionemos ese amor sin obedecer a la norma hegemónica.
jueves, 27 de noviembre de 2014
25 de Noviembre
Dejo aqui el manifiesto aprobado por el área de Mujer de Izquierda Unida y algunos datos:
Hasta el día de hoy van 44 mujeres asesinadas por sus compañeros o ex compañeros.
Se cumplen 10 años de la aprobación de la Ley integral contra la violencia de género.
Este año se han reducido considerablemente el número de denuncias y por tanto el número de órdenes de alojamiento. Los años que menos se denuncian, según las estadísticas, son los años que más mujeres son asesinadas. (en 2010 y en 2007 respectivamente).
Se han hecho recortes sistemáticos en planes de igualdad en las escuelas,fundamentales para la prevención a edades tempranas de esta lacra. Se han reducido las ayudas a las ONG´s que trabajan con mujeres víctimas de violencia de género y se ha eliminado el plan de insercción laboral para mujeres violentadas.
En Salamanca se ha cerrado una de las casas de acogida, las llamadas casas seguras de emergencias.
En plena vorágine capitalista, en plena expansión del poder de los mercados, la economía está ocupando la mayor preocupación de la ciudadanía y su consecuencia más inmediata, el desempleo, su mayor temor. Para los gobiernos amigos y, por lo tanto, cómplices de este sistema económico especulador y mercader, la creciente desigualdad y el aumento consecuente de la violencia de género ha pasado a un segundo plano, si es que alguna vez ha ocupado otro.
El patriarcado y el capital, en armonía permanente, han encontrado de nuevo un momento propicio para nuevas alianzas a la hora de despojar a las mujeres de los derechos conseguidos con tanto esfuerzo.
A nivel internacional nos hemos llevado la gran decepción con la llamada ‘Primavera Árabe’, al comprobar que las revoluciones han sido absolutamente manipuladas para conseguir unos fines aparentemente democráticos, que en nada pretendían cambiar las condiciones sociales de las mujeres de estos países. Muy al contrario, algunos de estos países anteriormente laicos ahora han sido tomados por la fuerza de los integrismos religiosos y a las mujeres les espera un futuro mucho peor.
Es alarmante el olvido de las mujeres afganas, el aumento de las ablaciones hasta en entornos occidentales, el afianzamiento de las redes de tráfico y la trata de mujeres y niñas para su explotación sexual mediante la prostitución.
En nuestro Estado, el Gobierno del PSOE no ha querido modificar la Ley Integral contra la Violencia, empecinado en su modelo de violencia encorsetado en una sola causa, obstinado en no reconocer que la violencia de género es una cuestión estructural que hay que erradicar desde todos los ámbitos. Desgraciadamente y, a pesar de ello, en lo que va de año han sido asesinadas 55 mujeres, pero el presupuesto destinado a combatir la violencia de género no sólo no aumenta sino que va disminuyendo paulatinamente.
Los contratos a tiempo parcial y precarios son la oferta laboral para las mujeres. El tercer trimestre de este año refleja cómo del casi medio millón de las personas que trabajan a jornada parcial, nada menos que el 96% son mujeres, es decir, 9 de cada 10 jornadas parciales, fundamentalmente dedicadas al cuidado, las hacen mujeres.
Aumentan las emisiones televisivas donde se denigra la imagen de las mujeres y se las convierte en meros objetos, además de que cada vez hay más anuncios comerciales donde las mujeres somos la ‘recompensa’ al comprar la mercancía. Todavía seguimos reivindicando que el lenguaje nos incluya para ser nombradas y designadas en femenino singular y plural.
Este 25 de noviembre nos vemos obligadas nuevamente a reivindicar una verdadera coordinación política y administrativa para atajar esta lacra social. Para las mujeres tampoco es nuevo que exijamos la implicación de todos los poderes públicos en dar las respuestas que la sociedad está reclamando y conseguir un mundo sin Violencia de Género, pero a estas alturas no queremos quimeras ni promesas, queremos realidades tajantes con resultados inmediatos.
¡Un mundo en IGUALDAD, un mundo SIN VIOLENCIA!
Hasta el día de hoy van 44 mujeres asesinadas por sus compañeros o ex compañeros.
Se cumplen 10 años de la aprobación de la Ley integral contra la violencia de género.
Este año se han reducido considerablemente el número de denuncias y por tanto el número de órdenes de alojamiento. Los años que menos se denuncian, según las estadísticas, son los años que más mujeres son asesinadas. (en 2010 y en 2007 respectivamente).
Se han hecho recortes sistemáticos en planes de igualdad en las escuelas,fundamentales para la prevención a edades tempranas de esta lacra. Se han reducido las ayudas a las ONG´s que trabajan con mujeres víctimas de violencia de género y se ha eliminado el plan de insercción laboral para mujeres violentadas.
En Salamanca se ha cerrado una de las casas de acogida, las llamadas casas seguras de emergencias.
En plena vorágine capitalista, en plena expansión del poder de los mercados, la economía está ocupando la mayor preocupación de la ciudadanía y su consecuencia más inmediata, el desempleo, su mayor temor. Para los gobiernos amigos y, por lo tanto, cómplices de este sistema económico especulador y mercader, la creciente desigualdad y el aumento consecuente de la violencia de género ha pasado a un segundo plano, si es que alguna vez ha ocupado otro.
El patriarcado y el capital, en armonía permanente, han encontrado de nuevo un momento propicio para nuevas alianzas a la hora de despojar a las mujeres de los derechos conseguidos con tanto esfuerzo.
A nivel internacional nos hemos llevado la gran decepción con la llamada ‘Primavera Árabe’, al comprobar que las revoluciones han sido absolutamente manipuladas para conseguir unos fines aparentemente democráticos, que en nada pretendían cambiar las condiciones sociales de las mujeres de estos países. Muy al contrario, algunos de estos países anteriormente laicos ahora han sido tomados por la fuerza de los integrismos religiosos y a las mujeres les espera un futuro mucho peor.
Es alarmante el olvido de las mujeres afganas, el aumento de las ablaciones hasta en entornos occidentales, el afianzamiento de las redes de tráfico y la trata de mujeres y niñas para su explotación sexual mediante la prostitución.
En nuestro Estado, el Gobierno del PSOE no ha querido modificar la Ley Integral contra la Violencia, empecinado en su modelo de violencia encorsetado en una sola causa, obstinado en no reconocer que la violencia de género es una cuestión estructural que hay que erradicar desde todos los ámbitos. Desgraciadamente y, a pesar de ello, en lo que va de año han sido asesinadas 55 mujeres, pero el presupuesto destinado a combatir la violencia de género no sólo no aumenta sino que va disminuyendo paulatinamente.
Los contratos a tiempo parcial y precarios son la oferta laboral para las mujeres. El tercer trimestre de este año refleja cómo del casi medio millón de las personas que trabajan a jornada parcial, nada menos que el 96% son mujeres, es decir, 9 de cada 10 jornadas parciales, fundamentalmente dedicadas al cuidado, las hacen mujeres.
Aumentan las emisiones televisivas donde se denigra la imagen de las mujeres y se las convierte en meros objetos, además de que cada vez hay más anuncios comerciales donde las mujeres somos la ‘recompensa’ al comprar la mercancía. Todavía seguimos reivindicando que el lenguaje nos incluya para ser nombradas y designadas en femenino singular y plural.
Este 25 de noviembre nos vemos obligadas nuevamente a reivindicar una verdadera coordinación política y administrativa para atajar esta lacra social. Para las mujeres tampoco es nuevo que exijamos la implicación de todos los poderes públicos en dar las respuestas que la sociedad está reclamando y conseguir un mundo sin Violencia de Género, pero a estas alturas no queremos quimeras ni promesas, queremos realidades tajantes con resultados inmediatos.
¡Un mundo en IGUALDAD, un mundo SIN VIOLENCIA!
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Las periodistas y Pablo Iglesias
El pasado domingo Pablo Iglesias fue elegido
secretario general de Podemos. La mitad de los inscritos votaron y casi el
noventa por ciento lo hicieron por la lista liderada por Pablo Iglesias. Eso le
convierte en un líder ampliamente legitimado y con capacidad de liderazgo en su
partido.
Iglesias se presentaba con una lista de 62 personas
con las que formar equipo. De esa lista más de la mitad mujeres (32), sin
embargo, a ellas no las conocemos de nada. No las hemos visto en ninguna
tertulia, ni en ruedas de prensa, ni siquiera sentadas en la primera bancada en
los actos públicos. Les conocemos a ellos: a Monedero, a Errejón… Fue útil en
ese sentido el documento que presentó el diario la información para poner cara, por lo
menos, a alguna de ellas.
Este partido, tiene cosas que no me dejan de
sorprender respecto las mujeres (y su invisibilización) y a los
posicionamientos feministas. No deja de ser curioso que tengan un círculo de
feminismo, un partido que no se define ni de derechas ni de izquierdas. En mi
opinión, por tanto, Podemos no puede ser feminista. El feminismo es una lucha
transversal por hacer desaparecer las desigualdades entre hombres y mujeres y
esa lucha solo se puede hacer desde la izquierda alternativa y transformadora.
No se puede hacer desde la ambigüedad de una no-ideología y sólo desde ideas
concretas como nos hacen creer.
Una vez elegido, Iglesias ha acudido a varias entrevistas en varios
diarios, televisión y radio. Las dos que quiero señalar aquí son la que
tuvieron lugar el domingo pasado por Ana Pastor, y la que le hizo Pepa Bueno el pasado lunes.
Ambas periodistas tienen largas trayectorias, son
buenas profesionales, mordaces y expertas en hacer entrevistas donde se coloca
a los entrevistados y entrevistadas en situaciones incómodas. En estas
entrevistas, hechas por mujeres fue llamativa la insoportable invisbilización
de los temas llamados “de mujeres”. Se preguntó por los desahuciados, la
revocación de los cargos, la puerta giratoria o de dónde se va a sacar dinero
para pagar la renta básica, y no se hizo ninguna pregunta dedicada a la mitad
de la población con problemáticas concretas y comunes. No se cuestiona cómo
resolver la feminización de la pobreza, el techo de cristal, la conciliación,
las pensiones más bajas, la violencia de género o la discriminación salarial.
La baja tasa de natalidad, la falta de ayuda a los programas de madrugadores,
la congelación de la ley de dependencia o la precariedad laboral femenina. Una
realidad sangrante que nos afecta a todas. Ninguna de estas dos periodistas,
recordemos mujeres, les pareció que eran temas interesantes. Ana Pastor
preguntó hasta 5 veces si las personas que tuvieran dos casa se les iba a
quitar una de ellas, obviando que más del 40% de los desahucios son familias
monoparentales con una mujer como cabeza de familia y cargas familiares.
Lo que más me preocupa es que si ellas, mujeres
trabajadoras, públicas, empoderadas y reputadas no son capaces de hacer
visibles a su propia categoría política, de su propia problemática algo va muy
mal.
Por eso, ante la sistemática invisibilización de las
mujeres, los retos a los que nos enfrentamos las feministas son: Por un lado,
mostrar la realidad. Somos la mitad de la población, si nos tratan como colectivo
homogéneo, tenemos una serie de demandas y problemas por los que todas nos
vemos afectadas en mayor o menor medida. Esa es la realidad que tenemos que
poner sobre el tablero. Tenemos
herramientas potentes y útiles para esta tarea, fundamentalmente datos
desagregados por sexo que tenemos que aprender a utilizar. La realidad en
cifras se hace visible, patente y observable por toda la sociedad. Nuestro
segundo reto será que se hable de nosotras, que aparezcamos, que no nos
quedemos en “temas de mujeres”.
La discriminación entre hombres y mujeres tiene que
ser un problema a atacar de raíz en tanto y cuanto es un sistema capitalista y
patriarcal el que genera tanto sufrimiento, unos niveles de desigualdad
inadmisibles desde un punto de vista ético y moral y unas vidas en muchos casos
que no perecen la pena ser vividas. La precariedad y la invisibilización
femenina es de lo que bebe este sistema y lo que lo mantiene. No podemos
permitirnos movernos en esta lógica patriarcal capitalista que hace que desaparezcamos,
no se muestra nuestra realidad y no se toman medidas concretas para solventar nuestras
vidas.
Somos sujetos políticos, económicos y sociales y por
lo tanto queremos ser, estar y participar. Que se nos vea y que se hable de
nosotras con nosotras y para nosotras.
domingo, 26 de octubre de 2014
Descuida
Reblogueo este maravillos artículo aparecido en El diario.
#VagadeTotes se celebró el día 22 de Octubre en Cataluña. Es un intento de que todas las que quedamos excluidas a la hora de hacer huelga de alguna manera, podamos ser cuantificadas, porque si no cuidamos, el sistema no funciona.
Si
pudiera, hoy haría huelga de empatía. Huelga de sonrisas gratuitas.
Huelga de complacencia. Huelga de altruismo insano. Haría una huelga a
la japonesa de egoísmo. Por un día, solo pensaría en mí. No escucharía a
quien no quiero. No sería dialogante, comprensiva. Sería asertiva,
diría lo que quiero y lo que no. Sí. Diría mucho “no”. Y sonreiría
menos. ¿Ya lo he dicho? Lo reitero. Sonreiría menos. Tendría una voz más
grave, sería más parca, menos cantarina. No sería tan dulce. No pediría
permiso, no pediría perdón.
No sentiría culpa. No tendría miedo a sentirme insaciable en lo
afectivo ni farsante en mi trabajo. No pensaría otra vez que he
estudiado demasiado, que he estudiado demasiado poco. Que he perdido el
tiempo. Que si me sobra mes al llegar a
fin de sueldo no es solo porque lo he hecho todo mal. Dejaría de hacer
malabarismos para seguir currando por tan poco. Haría buenos planes y
aparcaría la multitarea infernal. Sería vaga. Un poco fría. No me
pondría a llorar instantáneamente al escuchar a mi madre decir que ya
no le gusta su vida, desde que se ha convertido en enfermera a turno
completo de mi padre. Y nadie se lo agradece.
No trataría de mediar entre mis padres. Ni entre mis hermanos. No
sentiría que siempre tengo que ayudarles más, que no puedo porque
trabajo demasiado, porque me lo paso demasiado bien, que hago mucho, que
hago poco, que destaco, que no destaco, que fui borde aquel día, que
consentí demasiado, que fui muy demandante, que no fui capaz de decir no
cuando me apetecía. Dejaría de pensar todo el tiempo en el otro. En
cómo se sentirá si rompo sus expectativas, si lo que pienso suena a nota
discordante. En vez de eso, daría muchos tonos más altos que otros.
Mandaría a la mierda a varios. No sentiría vergüenza al tomar la
palabra. O sí, la sentiría, pero eso no me impediría seguir.
No adoraría al padre, al héroe, al líder, al genio, al fuerte, al
sabio, al listo, al poderoso. Sería poderosa. Cortaría la palabra a
quien creyese que se está excediendo en su uso. No consentiría que en
una reunión mixta alguien me ignorase o me evitara la mirada solo porque
soy tía. Pondría mi mejor cara de póquer ante cualquier chiste
machista, por irónico que fuese. Y no trataría de que mi discurso no
fuese traicionado por la forma. Me expresaría libremente, sin medir, sin
calcular si resultaré o no demasiado segura, convincente, expeditiva.
No aceptaría “bonitas”, ni “guapas, ni “niña” de desconocidos, no me
tragaría las miradas por la calle, ni los comentarios a mi cuerpo, a mi
ropa, como algo natural. No sonreiría. Otra vez.
Pediría ayuda con soltura. Hasta puede que fuese capaz de dar alguna orden y echar alguna bronca.
Pediría ayuda con soltura. Hasta puede que fuese capaz de dar alguna orden y echar alguna bronca.
No trataría de encajar. Intentaría con todas mis fuerzas no atender a
la demanda silenciosa, naturalizada y completamente interiorizada de que
debo ser yo la que atienda una situación de cuidados cuando hay alguien
dependiente, ya sean niños o mayores. No me levantaría de la mesa a
recoger mientras padre, hermanos o amigos no hacen amago de moverse. No
haría trabajos reproductivos como preguntar qué tal, cuidar el ambiente y
los enseres, apaciguar discusiones o preocuparme por la comida o el
agua en espacios y tiempos de reunión colectiva. Me comería la palmera
de chocolate más grande de esa panadería. O dos.
No me cuestionaría por tener mucho deseo sexual. O poco. Abriría mucho
las piernas en el metro, empujando al que las lleva aún más abiertas que
yo a mi lado. No me desasosegaría ni un minuto por no saber aún si
tendré hijos, por no saber si cuando quiera tenerlos podré hacerlo, si
si los tengo me arrepentiré y si no los tengo también. En su lugar, iría
a mi centro de salud a pedir todas mis revisiones ginecológicas, me
“toquen” o no, toda la información sobre reproducción asistida, todos
mis derechos. Aprovecharía para pedir los nombres y denunciar a todos
los ginecólogos que alguna vez me hicieron sentir incómoda, sucia,
viciosa, irresponsable, que me hicieron daño. Aparcaría por un día la
rabia de género hacia el aplomo y la asertividad de mis compañeros
hombres. Por estar más presentes en todo lo público solo por una inercia
de la que ellos muchas veces son cómplices.
No sentiría culpa por no haber visto en un mes a mis sobrinas, por que
sientan que no las quiero. Que no las cuido. Me dejaría crecer el
mostacho. Y la barba. No dejaría que me bloquease la autoexigencia.
Haría más el imbécil, no miraría tanto a mi alrededor, no me pondría en
segundo plano, no me menospreciaría, no le haría el consenso a la
autodestrucción, no sentiría, aunque sea durante un día, que si hubiera
nacido tío todo me hubiera sido y me sería más fácil. Trataría de
sentirme más segura en la calle, no daría conversación a un presunto
violador como me sigue pidiendo el Ministerio de Interior.
Sí. Pondría palos en la rueda, en general. Por un día, dejaría de
engrasar el mundo. Ah. Y sería vaga. Otra vez. Muy vaga. No sería
diligente, ni organizada, no haría hueco a las demandas ajenas a costa
de mi salud. Me iría a tirar al parque con alguien o unos alguienes muy
deseados sin sentir que debería estar haciendo otra cosa, en otro lugar:
siendo útil, productiva, ayudando, escuchando. Dejaría de sentir la
autoexigencia paralizante de que todo lo que hago, incluso este texto,
tiene que ser excelente y brillante, para ser apreciado y llamar la
atención. Sería chapucera. Vaga, tan vaga. Y me repetiría a mí misma:
“Descuida”.
Empleadas de hogar y feminismos
CCOO de Salamanca ha empezado hoy una campaña de apoyo a las empleadas del hogar e impartirán un curso para informarlas de sus derechos y obligaciones. Calculan que en Salamanca hay unas 5000 mujeres trabajando sin contrato, y sólo 2.797 empleadas de hogar dadas de alta, de las que
el 70% son extranjeras. A estos datos, podríamos añadir una reflexión, dentro de este problema que
tiene mucho recorrido. Si este trabajo se revalorizara de verdad, se
visibiliza y se regulariza la mayoría de las mujeres/familias no podrían
pagarlo. Si muchas mujeres de clase media pueden contratar a una
asistenta por horas es porque estas mujeres trabajan en condiciones de
explotación económica, con unos salarios bajísimos. Si el trabajo
doméstico pasara a ser un trabajo socialmente valioso o "bien"
remunerado, entonces no sería "trabajo de mujeres".
La única manera de revalorizar este trabajo es que lo hagan los hombres, pero lo cierto es que si los hombres lo hicieran, entonces las mujeres no podrían contratarlo. Por tanto, que las mujeres españolas de clase media puedan contratar asistentas depende de que este trabajo sea barato. Por otro lado, las asistentas no liberan a las mujeres de clase media de hacer este trabajo; liberan a los hombres de hacer su parte. ¿Por qué van a pelearse las mujeres con sus compañeros si pueden pagar a otras mujeres y olvidarse?
La única manera de revalorizar este trabajo es que lo hagan los hombres, pero lo cierto es que si los hombres lo hicieran, entonces las mujeres no podrían contratarlo. Por tanto, que las mujeres españolas de clase media puedan contratar asistentas depende de que este trabajo sea barato. Por otro lado, las asistentas no liberan a las mujeres de clase media de hacer este trabajo; liberan a los hombres de hacer su parte. ¿Por qué van a pelearse las mujeres con sus compañeros si pueden pagar a otras mujeres y olvidarse?
lunes, 22 de septiembre de 2014
SIN TIEMPO PARA EL AMOR
Reblogueo de la revista Pikara un artículo de Coral Herrera Gómez con el fin de dar
a conocer una postura defendida ampliamente desde la economía feminista. Un
modelo productivo-reproductivo donde los afectos, la pasión y el placer tengan
un papel fundamental a la hora de organizar nuestros tiempos.
Aquí os lo dejo:
¿Cuántas horas le dedicas al amor? No a imaginarlo,
soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto
tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años,
como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar
a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de
esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para
conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse,
para recuperarse, para volverse a enamorar.
Nuestras obligaciones diarias son extenuantes, y al
final del día nos derrumbamos en el sofá para leer, ver tele o navegar por las
redes. El cansancio no da para ponerse a dar brincos en la cama con nuestro
compañero o compañera
Vivimos en una sociedad muy amorosa: por la radio
suenan canciones de amor desgarrado, en el cine todas las películas tienen
alguna historia de amor de fondo o en primer plano, las estrellas salen del
armario en el telediario y nos presentan a sus parejas, en las revistas
circulan chismes y cotilleos sobre famosas que se enamoran o se separan, las
redes sociales están llenas de gente buscando al amor de su vida, en Facebook
nos enteramos de las bodas de nuestra gente, en la televisión triunfan los
dramas sentimentales, en la publicidad nos regalan paraísos románticos para
vendernos casas, coches, muebles o desodorantes.
Sin embargo, hay poco tiempo para el amor. Marcuse lo
vio claro: son muy pocos minutos los que dedicamos al placer. La mayor parte
del día acudimos a trabajar a cambio de un salario, y el resto del tiempo que
nos queda es para dormir, y resolver las cuestiones básicas de higiene y
nutrición (y otras miles obligaciones de la vida urbana posmoderna). Hacemos el
amor al final del día, antes de dormir, cuando tenemos el cansancio acumulado
encima, y hay que darse prisa para terminar pronto y poder dormir si acaso 7 u
8 horas.
Podríamos disfrutar más si pudiésemos dedicar días
enteros a charlar, a jugar, a hacer el amor, a comer rico, a escuchar buena
música en la intimidad con nuestras parejas. Pero los horarios que tenemos no
dan para relajarse y para el disfrute pleno del amor. Nuestras agendas están
siempre repletas de cosas que hacer después de trabajar 8 horas y de perder al
menos otras dos en volver a tu casa o desplazarte a cualquier otro lugar: ir al
gimnasio, ir a clases de yoga, pasear al perro, acudir a la asamblea de tu
colectivo, reunirte con amigas del colegio, llevar al gato al veterinario,
vaciar la pila de platos y sartenes sucias, ir al dentista, contestar emails,
hacer la compra semanal, regar las plantas, llevar a arreglar unos pantalones,
ir al psicólogo, hacer lavadoras en casa, recoger y limpiar el hogar, hacer
cenas o comidas para el día siguiente, skypear con tu hermana que emigró
al extranjero, devolver llamadas o guasaps, depilarte las piernas y el
bigote, supervisar las tareas del colegio de tus hijas o hijos, acudir a la
asamblea de vecinos, pasar por Correos, visitar a los del banco, llevar a la
niña a informática y después a inglés, llevar a arreglar las gafas del niño a
la óptica, llevar el ordenador al técnico para que lo arregle, hacer cuentas y
revisar facturas, estudiar cualquier cosa que nos permita crecer o
actualizarnos profesionalmente….
Sí, nuestras obligaciones diarias son extenuantes, y
al final del día nos derrumbamos en el sofá para leer, ver tele o navegar por
las redes y olvidarnos un poco de nuestras preocupaciones. En esos momentos
quizás solo nos quede una hora útil de vida antes de caer en los brazos
de Morfeo, y el cansancio no da para ponerse a dar brincos en la cama con
nuestro compañero o compañera. Según la mayor parte de las estadísticas, los
días en que la gente se dedica a gozar del sexo son los fines de semana, que
como todas sabemos, son demasiado cortos para hacer todo lo que una quiere
hacer: vivir la vida.
Si ya es difícil reservar tiempos y espacios para
compartir con la pareja, imagínense las personas que tienen amantes o varias
parejas. Es difícil ser poliamorosa
El tiempo se nos va de las manos. Y lo maldecimos
cuando nos damos cuenta de que llevamos milenios sin ver a tal amiga querida, o
sin ir a visitar a tu abuela, o sin reunirte con la pandilla de la universidad.
O cuando asistimos a un funeral y nos decimos: “Oye a ver si nos vemos más, hay
que juntarse en las ocasiones alegres también”.
La tiranía del tiempo que se nos va se diluye cuando
nos enamoramos salvajemente. Nos liberamos cuando el subidón del enamoramiento
trastoca nuestra percepción y relación con el tiempo, como pasa con las drogas.
Dejamos de mirar el reloj, las intensas noches de amor se hacen cortas, los
instantes sublimes congelan el tiempo y nos hacen eternas.
Sí, el amor nos hace diosas del tiempo: bajo el
influjo de la pasión somos capaces de saborear cada segundo de amor, atrapar el
presente con nuestras manos, vivir el ahora con una intensidad brutal. El
tiempo ya no va inexorable segundo a segundo hacia el futuro, a un ritmo
monótono e implacable. Los segundos parecen horas, las horas minutos: el tiempo
se ralentiza (cuando estamos esperando una llamada o que llegue el día de la
próxima cita) o se acelera (cuando estamos sumergidos en los ratos de amor
loco), y la vida es más emocionante porque nuestra percepción de la realidad se
trastoca.
También nuestro organismo se trastoca y adquirimos
superpoderes. La química del amor es tan fuerte que somos capaces de pasar
noches enteras sin dormir junto a la persona amada, y cada día acudir al
trabajo y cumplir tus obligaciones como si nada hubiera pasado: sólo te delata
una sonrisa permanente en la cara, las ojeras malvas, la piel tersa y el
cabello brillante. A la noche te espera otra desvelada, tú te sientes con
fuerzas para todo: nos llenamos de energía cósmica para vivir el presente
intensamente.
Cuando pasa la borrachera del amor y volvemos a
nuestra vida real, perdemos los superpoderes para dedicar horas a hacer el amor
y ya el cuerpo responde mal si le sigues quitando horas de sueño. Con el paso
de los meses y los años, las parejas se vuelcan más hacia lo social que hacia
lo íntimo, y es difícil para muchas volver a construir esos espacios íntimos
llenos de magia para detener el tiempo. Así pues, hay gente que se queja de que
follamos con prisa, follamos sin ganas, follamos cansadas, follamos poco, o no
follamos nada.
Si ya es difícil reservar tiempos y espacios para
compartir con la pareja, imagínense las personas que tienen amantes, o las que
tienen varias parejas: es casi imposible encontrar huecos en el día para
dedicarse al amor sin mirar el reloj. Las parejas de adúlteros apenas pueden
disfrutar de una hora o dos (no hay tiempo para más), pero la gente poliamorosa
también lo tiene difícil, por la falta de tiempo para tener varias parejas
simultáneas: el fin de semana tiene solo 2 noches, 3 días que pasan volando.
La cadena de producción no puede parar por tus
sentimientos, y al capitalismo le conviene que no seamos demasiado felices:
nuestra insatisfacción permanente y nuestro dolor nos hacen más vulnerables.
Sí, es difícil ser poliamorosa en estos tiempos que
corren si quieres dedicar a todas tus relaciones tiempo de calidad, si quieres
disfrutar intensamente de tu vida social (tu comunidad, tu tribu, tu
vecindario, tu familia), y si además necesitas tiempo también para disfrutar de
tu propio espacio-tiempo a solas.
Vivimos en un sistema productivo que nos encadena
durante 40 horas semanales a un trabajo que nos da un salario generalmente
precario (son muchas las personas que hacen 50 o 60 horas semanales robando
horas de sueño o de su vida a cambio de nada o de muy poco).
A las empresas no solo les damos mucho tiempo de
nuestras vidas, sino también nuestras energías físicas, mentales y emocionales.
¿Cuantos de vosotras habéis tenido que arrastraros dolorosamente fuera de la
cama para ir al trabajo sintiendo que os dejáis un poco de vida en el lecho del
amor?, ¿cuánta gente ha faltado alguna vez al trabajo por estar enamorada o
enamorado?, ¿cuántas veces has deseado estar entre las sábanas jugando,
mientras miras por la ventana y cuentas las horas que te quedan para salir de
tu lugar de trabajo?, ¿cuántas veces has perdido la concentración en tu trabajo
por culpa de un amor que te está esperando en su casa mientras te hace la cena,
y no logras acabar tu tarea?
El capitalismo nos enjaula, aunque no seamos
productivas. Al capitalismo le da igual que estés borracha de amor, feliz,
eufórica, exultante, cachonda, preocupada, angustiada, desesperada, triste,
ansiosa, enojada. Al capitalismo no le importa que tu compañera esté
hospitalizada y tú quieras estar cuidando y acompañándola. No le importa si vas
a tener una conversación decisiva con tu pareja, si estas de duelo por una
ruptura sentimental, si quieres acompañar a una amiga o amigo en momentos
difíciles. No le importa, y tú tienes que ir a trabajar, aunque tu abuela se
esté muriendo. No le importa si has dormido esa noche por la gripe de tu hija o
si te has pasado la noche gozando lujuriosamente. Tú tienes que estar ahí,
cumpliendo, aunque no seas productiva y no logres hacer nada ese día.
Si te lo montas por tu cuenta, es lo mismo. No puedes
permitirte el lujo, generalmente, de tomarte unos días para tus asuntos emocionales,
porque entonces no comes ese mes. La cadena de producción no puede parar por
tus sentimientos, y al capitalismo le conviene que no seamos demasiado felices:
nuestra insatisfacción permanente y nuestro dolor nos hacen más vulnerables.
Así que la explotación de nuestras energías y tiempos es brutal, porque va más
allá de la cuestión productiva. Vivimos en una sociedad represiva a la que le
conviene constreñirnos el acceso al placer, al amor, al juego y al disfrute.
Prefieren que disfrutemos consumiendo, o dediquemos nuestro tiempo a trabajar:
el amor es improductivo. Poco rentable.
Hay poco tiempo para el amor, y a veces pocas
energías. El enamoramiento pasional no es eterno: nuestro cerebro y corazón no
pueden estar añales enamorados: es agotador estar generando ese nivel de
endorfinas y anfetaminas todo el tiempo. Además, el romanticismo siempre acaba
siendo aplastado por la tiranía de los horarios, de la rutina, de las
obligaciones. Muchas parejas se desenamoran porque apenas pasan tiempo juntas: tiempo
de calidad, tiempo sin límites, tiempo para el erotismo y el amor.
Además de no tener tiempo para vivir romances, tampoco
lo tenemos para disfrutar de nuestros hijos e hijas, de nuestra gente querida,
de nuestros animales domésticos: pasamos la mayor parte del día fuera de casa,
produciendo para enriquecer a otras personas que en realidad no necesitan
tenernos tantas horas allí.
Los feminismos reclaman la conciliación de la vida
laboral y familiar: las 8 horas de trabajo diarias son incompatibles con el
cuido de bebés, personas enfermas o ancianas. Y resulta que el 90% de las
cuidadoras en el mundo son mujeres. Unas tienen que renunciar a la autonomía
económica y al mercado laboral, y otras cargan con la doble jornada laboral.
Hay países en los que los trabajadores no tienen
derecho a vacaciones pagadas (si acaso dos semanas al año, y sin cobrar), pero
hay otros como Islandia o Suecia que están implantando nuevas medidas para
aumentar la calidad de vida de sus habitantes. En el caso de Suecia, creen que no
es el tiempo lo que determina el nivel de eficacia laboral, sino la motivación
y el bienestar de los y las trabajadoras. Han decidido implantar una jornada
laboral de 6 horas sin reducción de salario, lo que al parecer aumenta el nivel
de satisfacción de los suecos y las suecas con respecto a su trabajo; además,
mejora la productividad, aumenta el ahorro estatal y permite crear más empleo.
Puedo imaginar lo felices que deben de estar las trabajadoras municipales al
ganar una hora de vida para sus amigos y amigas, para su familia, para su
comunidad, para sus aficiones, para sí mismas, para su tiempo de descanso o de
ocio.
El tiempo es oro: nuestras vidas son muy cortas y
necesitamos un sistema productivo más acorde a nuestras necesidades vitales,
individuales y colectivas. El capitalismo romántico nos regala muchos finales
felices mientras nos roba horas de vida: necesitamos recuperar nuestro tiempo,
y necesitamos energía para disfrutar de la vida.
Necesitamos tiempo para amar, para disfrutar del
placer en toda su plenitud. Tiempo para escuchar, para viajar, para conocer,
para compartir, para construir comunidades con los demás. Tiempo para apoyar,
para crear redes, para celebrar, para aprender, para crear. Tiempo para
cultivar y nutrir lo único que parece darle un poco de sentido a la vida: los
afectos.
Cuántas
horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en
forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor.
Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse,
para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en
forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor.
Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse,
para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en
forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor.
Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse,
para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
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