Reblogueo de la revista Pikara un artículo de Coral Herrera Gómez con el fin de dar
a conocer una postura defendida ampliamente desde la economía feminista. Un
modelo productivo-reproductivo donde los afectos, la pasión y el placer tengan
un papel fundamental a la hora de organizar nuestros tiempos.
Aquí os lo dejo:
¿Cuántas horas le dedicas al amor? No a imaginarlo,
soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto
tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años,
como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar
a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de
esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para
conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse,
para recuperarse, para volverse a enamorar.
Nuestras obligaciones diarias son extenuantes, y al
final del día nos derrumbamos en el sofá para leer, ver tele o navegar por las
redes. El cansancio no da para ponerse a dar brincos en la cama con nuestro
compañero o compañera
Vivimos en una sociedad muy amorosa: por la radio
suenan canciones de amor desgarrado, en el cine todas las películas tienen
alguna historia de amor de fondo o en primer plano, las estrellas salen del
armario en el telediario y nos presentan a sus parejas, en las revistas
circulan chismes y cotilleos sobre famosas que se enamoran o se separan, las
redes sociales están llenas de gente buscando al amor de su vida, en Facebook
nos enteramos de las bodas de nuestra gente, en la televisión triunfan los
dramas sentimentales, en la publicidad nos regalan paraísos románticos para
vendernos casas, coches, muebles o desodorantes.
Sin embargo, hay poco tiempo para el amor. Marcuse lo
vio claro: son muy pocos minutos los que dedicamos al placer. La mayor parte
del día acudimos a trabajar a cambio de un salario, y el resto del tiempo que
nos queda es para dormir, y resolver las cuestiones básicas de higiene y
nutrición (y otras miles obligaciones de la vida urbana posmoderna). Hacemos el
amor al final del día, antes de dormir, cuando tenemos el cansancio acumulado
encima, y hay que darse prisa para terminar pronto y poder dormir si acaso 7 u
8 horas.
Podríamos disfrutar más si pudiésemos dedicar días
enteros a charlar, a jugar, a hacer el amor, a comer rico, a escuchar buena
música en la intimidad con nuestras parejas. Pero los horarios que tenemos no
dan para relajarse y para el disfrute pleno del amor. Nuestras agendas están
siempre repletas de cosas que hacer después de trabajar 8 horas y de perder al
menos otras dos en volver a tu casa o desplazarte a cualquier otro lugar: ir al
gimnasio, ir a clases de yoga, pasear al perro, acudir a la asamblea de tu
colectivo, reunirte con amigas del colegio, llevar al gato al veterinario,
vaciar la pila de platos y sartenes sucias, ir al dentista, contestar emails,
hacer la compra semanal, regar las plantas, llevar a arreglar unos pantalones,
ir al psicólogo, hacer lavadoras en casa, recoger y limpiar el hogar, hacer
cenas o comidas para el día siguiente, skypear con tu hermana que emigró
al extranjero, devolver llamadas o guasaps, depilarte las piernas y el
bigote, supervisar las tareas del colegio de tus hijas o hijos, acudir a la
asamblea de vecinos, pasar por Correos, visitar a los del banco, llevar a la
niña a informática y después a inglés, llevar a arreglar las gafas del niño a
la óptica, llevar el ordenador al técnico para que lo arregle, hacer cuentas y
revisar facturas, estudiar cualquier cosa que nos permita crecer o
actualizarnos profesionalmente….
Sí, nuestras obligaciones diarias son extenuantes, y
al final del día nos derrumbamos en el sofá para leer, ver tele o navegar por
las redes y olvidarnos un poco de nuestras preocupaciones. En esos momentos
quizás solo nos quede una hora útil de vida antes de caer en los brazos
de Morfeo, y el cansancio no da para ponerse a dar brincos en la cama con
nuestro compañero o compañera. Según la mayor parte de las estadísticas, los
días en que la gente se dedica a gozar del sexo son los fines de semana, que
como todas sabemos, son demasiado cortos para hacer todo lo que una quiere
hacer: vivir la vida.
Si ya es difícil reservar tiempos y espacios para
compartir con la pareja, imagínense las personas que tienen amantes o varias
parejas. Es difícil ser poliamorosa
El tiempo se nos va de las manos. Y lo maldecimos
cuando nos damos cuenta de que llevamos milenios sin ver a tal amiga querida, o
sin ir a visitar a tu abuela, o sin reunirte con la pandilla de la universidad.
O cuando asistimos a un funeral y nos decimos: “Oye a ver si nos vemos más, hay
que juntarse en las ocasiones alegres también”.
La tiranía del tiempo que se nos va se diluye cuando
nos enamoramos salvajemente. Nos liberamos cuando el subidón del enamoramiento
trastoca nuestra percepción y relación con el tiempo, como pasa con las drogas.
Dejamos de mirar el reloj, las intensas noches de amor se hacen cortas, los
instantes sublimes congelan el tiempo y nos hacen eternas.
Sí, el amor nos hace diosas del tiempo: bajo el
influjo de la pasión somos capaces de saborear cada segundo de amor, atrapar el
presente con nuestras manos, vivir el ahora con una intensidad brutal. El
tiempo ya no va inexorable segundo a segundo hacia el futuro, a un ritmo
monótono e implacable. Los segundos parecen horas, las horas minutos: el tiempo
se ralentiza (cuando estamos esperando una llamada o que llegue el día de la
próxima cita) o se acelera (cuando estamos sumergidos en los ratos de amor
loco), y la vida es más emocionante porque nuestra percepción de la realidad se
trastoca.
También nuestro organismo se trastoca y adquirimos
superpoderes. La química del amor es tan fuerte que somos capaces de pasar
noches enteras sin dormir junto a la persona amada, y cada día acudir al
trabajo y cumplir tus obligaciones como si nada hubiera pasado: sólo te delata
una sonrisa permanente en la cara, las ojeras malvas, la piel tersa y el
cabello brillante. A la noche te espera otra desvelada, tú te sientes con
fuerzas para todo: nos llenamos de energía cósmica para vivir el presente
intensamente.
Cuando pasa la borrachera del amor y volvemos a
nuestra vida real, perdemos los superpoderes para dedicar horas a hacer el amor
y ya el cuerpo responde mal si le sigues quitando horas de sueño. Con el paso
de los meses y los años, las parejas se vuelcan más hacia lo social que hacia
lo íntimo, y es difícil para muchas volver a construir esos espacios íntimos
llenos de magia para detener el tiempo. Así pues, hay gente que se queja de que
follamos con prisa, follamos sin ganas, follamos cansadas, follamos poco, o no
follamos nada.
Si ya es difícil reservar tiempos y espacios para
compartir con la pareja, imagínense las personas que tienen amantes, o las que
tienen varias parejas: es casi imposible encontrar huecos en el día para
dedicarse al amor sin mirar el reloj. Las parejas de adúlteros apenas pueden
disfrutar de una hora o dos (no hay tiempo para más), pero la gente poliamorosa
también lo tiene difícil, por la falta de tiempo para tener varias parejas
simultáneas: el fin de semana tiene solo 2 noches, 3 días que pasan volando.
La cadena de producción no puede parar por tus
sentimientos, y al capitalismo le conviene que no seamos demasiado felices:
nuestra insatisfacción permanente y nuestro dolor nos hacen más vulnerables.
Sí, es difícil ser poliamorosa en estos tiempos que
corren si quieres dedicar a todas tus relaciones tiempo de calidad, si quieres
disfrutar intensamente de tu vida social (tu comunidad, tu tribu, tu
vecindario, tu familia), y si además necesitas tiempo también para disfrutar de
tu propio espacio-tiempo a solas.
Vivimos en un sistema productivo que nos encadena
durante 40 horas semanales a un trabajo que nos da un salario generalmente
precario (son muchas las personas que hacen 50 o 60 horas semanales robando
horas de sueño o de su vida a cambio de nada o de muy poco).
A las empresas no solo les damos mucho tiempo de
nuestras vidas, sino también nuestras energías físicas, mentales y emocionales.
¿Cuantos de vosotras habéis tenido que arrastraros dolorosamente fuera de la
cama para ir al trabajo sintiendo que os dejáis un poco de vida en el lecho del
amor?, ¿cuánta gente ha faltado alguna vez al trabajo por estar enamorada o
enamorado?, ¿cuántas veces has deseado estar entre las sábanas jugando,
mientras miras por la ventana y cuentas las horas que te quedan para salir de
tu lugar de trabajo?, ¿cuántas veces has perdido la concentración en tu trabajo
por culpa de un amor que te está esperando en su casa mientras te hace la cena,
y no logras acabar tu tarea?
El capitalismo nos enjaula, aunque no seamos
productivas. Al capitalismo le da igual que estés borracha de amor, feliz,
eufórica, exultante, cachonda, preocupada, angustiada, desesperada, triste,
ansiosa, enojada. Al capitalismo no le importa que tu compañera esté
hospitalizada y tú quieras estar cuidando y acompañándola. No le importa si vas
a tener una conversación decisiva con tu pareja, si estas de duelo por una
ruptura sentimental, si quieres acompañar a una amiga o amigo en momentos
difíciles. No le importa, y tú tienes que ir a trabajar, aunque tu abuela se
esté muriendo. No le importa si has dormido esa noche por la gripe de tu hija o
si te has pasado la noche gozando lujuriosamente. Tú tienes que estar ahí,
cumpliendo, aunque no seas productiva y no logres hacer nada ese día.
Si te lo montas por tu cuenta, es lo mismo. No puedes
permitirte el lujo, generalmente, de tomarte unos días para tus asuntos emocionales,
porque entonces no comes ese mes. La cadena de producción no puede parar por
tus sentimientos, y al capitalismo le conviene que no seamos demasiado felices:
nuestra insatisfacción permanente y nuestro dolor nos hacen más vulnerables.
Así que la explotación de nuestras energías y tiempos es brutal, porque va más
allá de la cuestión productiva. Vivimos en una sociedad represiva a la que le
conviene constreñirnos el acceso al placer, al amor, al juego y al disfrute.
Prefieren que disfrutemos consumiendo, o dediquemos nuestro tiempo a trabajar:
el amor es improductivo. Poco rentable.
Hay poco tiempo para el amor, y a veces pocas
energías. El enamoramiento pasional no es eterno: nuestro cerebro y corazón no
pueden estar añales enamorados: es agotador estar generando ese nivel de
endorfinas y anfetaminas todo el tiempo. Además, el romanticismo siempre acaba
siendo aplastado por la tiranía de los horarios, de la rutina, de las
obligaciones. Muchas parejas se desenamoran porque apenas pasan tiempo juntas: tiempo
de calidad, tiempo sin límites, tiempo para el erotismo y el amor.
Además de no tener tiempo para vivir romances, tampoco
lo tenemos para disfrutar de nuestros hijos e hijas, de nuestra gente querida,
de nuestros animales domésticos: pasamos la mayor parte del día fuera de casa,
produciendo para enriquecer a otras personas que en realidad no necesitan
tenernos tantas horas allí.
Los feminismos reclaman la conciliación de la vida
laboral y familiar: las 8 horas de trabajo diarias son incompatibles con el
cuido de bebés, personas enfermas o ancianas. Y resulta que el 90% de las
cuidadoras en el mundo son mujeres. Unas tienen que renunciar a la autonomía
económica y al mercado laboral, y otras cargan con la doble jornada laboral.
Hay países en los que los trabajadores no tienen
derecho a vacaciones pagadas (si acaso dos semanas al año, y sin cobrar), pero
hay otros como Islandia o Suecia que están implantando nuevas medidas para
aumentar la calidad de vida de sus habitantes. En el caso de Suecia, creen que no
es el tiempo lo que determina el nivel de eficacia laboral, sino la motivación
y el bienestar de los y las trabajadoras. Han decidido implantar una jornada
laboral de 6 horas sin reducción de salario, lo que al parecer aumenta el nivel
de satisfacción de los suecos y las suecas con respecto a su trabajo; además,
mejora la productividad, aumenta el ahorro estatal y permite crear más empleo.
Puedo imaginar lo felices que deben de estar las trabajadoras municipales al
ganar una hora de vida para sus amigos y amigas, para su familia, para su
comunidad, para sus aficiones, para sí mismas, para su tiempo de descanso o de
ocio.
El tiempo es oro: nuestras vidas son muy cortas y
necesitamos un sistema productivo más acorde a nuestras necesidades vitales,
individuales y colectivas. El capitalismo romántico nos regala muchos finales
felices mientras nos roba horas de vida: necesitamos recuperar nuestro tiempo,
y necesitamos energía para disfrutar de la vida.
Necesitamos tiempo para amar, para disfrutar del
placer en toda su plenitud. Tiempo para escuchar, para viajar, para conocer,
para compartir, para construir comunidades con los demás. Tiempo para apoyar,
para crear redes, para celebrar, para aprender, para crear. Tiempo para
cultivar y nutrir lo único que parece darle un poco de sentido a la vida: los
afectos.
Cuántas
horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en
forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor.
Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse,
para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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Cuántas
horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en
forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor.
Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse,
para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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Cuántas
horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en
forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor.
Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse,
para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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Cuántas
horas le dedicas al amor? No a imaginarlo, soñarlo o consumirlo en
forma de película o novela, sino a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no
pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al
principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a
alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un
romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor.
Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse,
para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar.
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